Ana es madre de seis hijos pero alimenta a más de 40 chicos en su merendero del barrio Agustoni. Emocionada contó que piensa abrir un comedor, para poder brindarles un plato de comida a los niños.
Ana Santillán tiene 33 años y vive en el barrio Agustoni hace tan solo dos, aunque este fue tiempo suficiente para que pusiese un merendero en su hogar en donde ayuda de lunes a viernes a decenas de pequeños que van en busca de un plato de comida.
Es que tal como dijo Ana en diálogo con Resumen, no es necesario tener lazos sanguíneos para sentir amor, compasión o preocupación y ella, siente todo eso y más por los pequeños que recurren a su hogar. Además, es madre de seis hijos: Patricio de 17, Ingrid de 14, Santiago de 9, Benjamín de 7, Elizabeth de 4 y un bebé de 3 años.
“Trabajamos con chicos hace 10 años, sin ningún tipo de interés político, o de recibir algo. Todo sale de nosotros, o de donaciones que recibimos. Esto sale de nuestras ganas de ayudar”, contó Ana.
En sus comienzos explicó que se reunía con un grupo de la Iglesia para ayudar a una familia en Garín, pero que muchos pequeños se acercaban con sus madres y, al verlos llorar, decidió tomar cartas en el asunto y entretenerlos, así como alimentarlos. “Armé una piecita aparte, empecé a darles galletitas, dibujar con ellos, algunos no sabían escribir su nombre y los ayudaba. Empecé a ver las necesidades que tenían los chicos, que no tenían merienda, no sabían escribir o tenían distintos problemas”, contó emocionada.
Ubicado en la calle Estados Unidos 223, entre Paraguay y Chile, el merendero trabaja de lunes a viernes para los más de 40 chicos que asisten. Los martes y jueves, hay apoyo escolar pero los lunes, miércoles y viernes hay otro tipo de actividades recreativas: “arte, coreografía o cualquier cosa que pueda darles para sacarlos de la calle”.
Su hija de tan solo 14 años, ha comenzado a seguir los pasos de su madre y trabajan a la par, al mismo tiempo recibe ayuda de la Iglesia Rey de Reyes de Lagomarsino de la mano del pastor Gustavo Escobar.
Es que darle de comer a sus propios hijos ya es difícil en la situación económica en la que se encuentra el país, pero la mujer no duda en afirmar que recorta lo más que puede su economía con tal de seguir teniendo para darle a aquellos que no recibirían nada si no fuese por su labor: “trato de no gastar en cosas que no sean indispensables, no compramos indumentaria de primera marca, recorremos ferias de lo usado. Recortamos nuestros gastos diarios para tener siempre para ayudar a los chicos, porque no puede faltar para ellos”.
Con su voz cálida, tranquila y dulce, Ana cuenta que los niños han empezado a pedirle comida por lo que ha decidido embarcarse en la difícil tarea de pasar de un merendero a un comedor, aunque para ella, el esfuerzo es válido si puede hacer a un niño feliz.
“Estoy tramitando todo, porque me piden comida porque muchos de ellos no comen. 22 chicos son fijos, los otros vienen dos o tres veces por semana pero en total serían cerca de 40. Les damos merienda y hasta que abra el comedor, quiero ver de hacer pizza, panchos o algo que pueda asegurarles que van a poder comer”, contó.
Su relación con los chicos es especial. Así lo define porque muchos de ellos, ya no la llaman por su nombre porque ha pasado a ser la segunda madre. “Alguno de los chicos me dicen mamá, dos o tres si les preguntas te dicen que soy la mamá. Son tan cariñosos, te abrazan, te hacen cartas, te cuentan todo desde los retos en las escuela hasta las cosas lindas”, dice entre risas Ana.
Con la llegada del Día de la Madre, Ana es una mujer que ha cumplido con altas expectativas ese rol tanto para sus seis hijos, como para los 40 niños a los que cuida como propios y ratifica su alegría de dedicarse a ellos: “me siento bien, me olvido de que me duele la cintura, que estoy cansada. Todo se me olvida gracias a ellos, amo lo que hago, realmente espero que esto siga creciendo”.
Merecedora de todos los aplausos y felicitaciones por su gran labor, Ana termina la conversación con una gran reflexión que llama a que sean cada vez más quienes se dediquen a poner su granito de arena con aquellos que más lo necesitan, que son los niños.
“No hace falta tener lazos de sangre para ser madre o hacer el rol de padres. Yo pongo una hora de cada día, en chicos que no son mis hijos pero apuesto a ellos, a que serán diferentes porque les enseñamos valores, modales, higiene y todo lo que necesitan. Mi mensaje, es que no hace falta tener lazos sanguíneos para amar, para expresar amor, interés o preocupación”, cerró Ana Santillán.
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