Aquel niño que se mostraba desinteresado por los fierros, se subió a un kart a los 8 años y jamás lo pudo soltar. Aquel joven que se pasaba horas admirando a su abuelo, hoy lo homenajea y le agradece sus consejos arriba del podio. Aquel adolescente que sacrificó horas de salidas con amigos, creó su equipo propio de primer nivel. Ese adulto que comenzó a conducir la empresa familiar con su padre, cumplió un objetivo…. y va por más.
El protagonista de esta historia resumida, tiene nombre y apellido: Martín Vázquez. Con 24 años, nacido en Presidente Derqui y descendiente de una familia fierrera, nos cuenta cómo desde chico luchó para quedarse con todo lo que se cruzaba en su camino, desde sus inicios en la Fórmula Renault y en la Metropolitana -donde se consagró campeón-, el TC Mouras -por su tercer puesto obtuvo el pase al TC Pista-, su presente en la tercera categoría fiscalizada por la ACTC -donde recientemente concretó su primer triunfo- hasta los momentos difíciles, donde analizó alejarse de su máxima pasión.
¿Cómo fueron los días post victoria?
Increíble. Después de la gran victoria que tuve, ameritaba realizar un gran festejo. La pasé con mi familia, con el círculo íntimo y con un festejo en el taller junto a todos los auspiciantes y la gente que me apoya. Estas cosas no se dan muy seguido y cuando se cumplen, hay que festejarlo como se debe. Estuvieron presentes sponsors, prensa, amigos íntimos y la gente que compone todo el MV Racing. Fue una linda velada.
¿Qué diferencia esta victoria con las anteriores?
Fue distinta. Ya había ganado en el TC Mouras pero en esta categoría se me venía haciendo muy difícil. El año pasado fue muy malo, ya que tuve que dejar de correr a mitad de la temporada para poder armar la estructura y cuando gané, lo hice con un equipo que no era el mío. Alquilaba el auto, y si bien fue alegría inmensa, no es lo mismo. Tiene un sabor diferente y eso es lo más lindo.
Somos un equipo chico que le ganó a estructuras más grandes en un circuito mítico como es el óvalo de Rafaela. Todo se dio de manera increíble. La idea es seguir por este camino y el año que viene, si somos así de contundentes, pasar al Turismo Carretera.
Venís de una familia muy fierrera, pero ¿cómo fueron tus comienzos?
En mi caso somos todos fierreros. Corrió mi abuelo, mi papá y después yo. La diferencia es que hasta los 8 años, el automovilismo no me gustaba ni un poco. No quería saber nada. Antes de que yo arranque con toda la movida, mi papá tenía toda una estructura, pero como no lo utilizaba vendió el auto, el motorhome, todo.
Hasta que un día fui a andar en karting y me gustó. Al poco tiempo comencé a entrenar y en medio año ya me estaba subiendo a competir. Desde ese momento no paré más.
Lo llevas en el ADN. ¿Fue normal decirles que te ibas a dedicar al automovilismo?
Comentarle a mi papá no fue lo difícil. Pero si a mi mamá (risas). Las primeras cosas que empezamos a hacer con mi papá, relacionadas con el karting, fueron a escondidas. Me iba a entrenar y hacía todo para poder competir, hasta que llegó un momento donde se lo tuvimos que blanquear. Ella siempre fue muy cuidadosa conmigo, en todo sentido, pero en este caso más porque se trataba de un deporte de riesgo. Aflojó un poco pero siempre con la condición de que me vaya bien en el colegio, y esas cosas que te piden las madres.
En algún momento tuvo que verte entrar con una copa ¿Ahí cambio de opinión?
No (risas). Le cuesta muchísimo. Gracias a Dios tengo muchas copas, pero no alcanzan para que se le vaya el miedo. De hecho no va ni mira las carreras, pero si las escucha. Y si me va bien en alguna y el autódromo queda cerca, va. Pero recuerdo una vez, en uno de los aniversarios de mis papás, yo tenía que correr. Tenía unos 11 años y en plena carrera me chocó un kart, me pasó por arriba del hombro. Lo irónico es que en vez de internarme a mí, la tuvieron que internar a ella porque se descompuso. Nunca más me quiso ver (risas).
¿Cómo mechas el automovilismo con tu vida personal?
Trato de organizarme lo mejor posible, pero le dedico mucho tiempo a las dos cosas. Arranco a las 7 de la mañana y hay veces que termino a las 11 de la noche.
En la empresa tenemos a muchos empleados y siento que hay que dar el ejemplo. Tengo mi vida, salgo de noche, pero me cuido, porque hay muchas personas observándome. Al ser piloto uno tiene una imagen y hay que mantenerla. Soy un deportista de elite y me comporto como tal. Trato de tener una vida tranquila para que la gente no piense que por mi profesión vivo de joda.
A mediados de 2017 aposaste a la creación de una estructura propia. Hoy, a casi un año de su creación, conseguiste tu primera victoria con ella ¿Cómo se vive como piloto y como responsable?
Es difícil verlo desde el lugar en el que estoy yo ahora. Me gustaría por momentos abstraerme y poder mirarlo desde afuera, para ver la realidad. Uno metido en esta vorágine no es muy consciente de todo lo que logró. Pero sí soy consciente que en ocho carreras ganamos, más que los equipos que ya llevan 15 años en el automovilismo.
Esto se logró por el grupo humano que formamos junto a mi viejo. En la parte de ingeniería decidimos volver a la receta del fórmula, con Esteban González a la cabeza y en la parte de los motores, decidimos arrancar a trabajar con el “Cabezón” Alonso. Y ni hablar del trabajo que hacen los muchachos en el taller, porque al auto no se le cae ni una tuerca. Es impresionante pero se labura tanto en la previa, que en carrera no renegamos con nada. Hoy confirmamos que somos los referentes de Dodge.
El taller cuenta con un excelente nivel como para recibir a más autos ¿está en los planes?
La idea es que si yo paso al Turismo Carretera, sí. Ya estamos negociando con otros equipos para ver que auto podes sumar a la divisional menor. Para que se den una idea, tenemos construidos 1.000 metros cuadrados de galpón. Pusimos un rolo para desarrollar el auto, auto elevadores, y todo lo necesario como para atender a cuatro autos. Además ya adquirí dos motores multiválvulas. Estamos trabajando para que esto dure para rato.
Por lo que relatas, sos muy autoexigente…
Muy. Y demasiado detallista, tanto en el trabajo como en el automovilismo. Gracias a eso es que puedo pulir mis errores, pero también sufro, incluso por demás. Hay carreras en las que me he vuelto llorando por la presión que me género. Pero tengo un coach y entrenador, Pablo, que me ayuda física y mentalmente. El año pasado pensé en abandonar el automovilismo y hoy me siento el número 1. Sin eso no hubiese llegado donde estoy ahora.
Es un entrenamiento que el piloto bien lo sabe. En sus declaraciones se destacan por la tranquilidad que manejan frente a un toque de carrera o incluso un abandono. ¿Pero qué hay detrás?
Si bien hay un equipo, es un deporte donde se genera mucha presión sobre uno. En la pista estás solo y todo lo que cometas, te lo vas a reprochar. El enojo siempre está, pero hay que ser muy vivo para que cuando te bajes del auto no te dejes llevar por el momento. Podes llegar a cometer errores muy graves.
El 19 de agosto serán los 1000 kilómetros del TC donde irás como invitado junto a Gabriel Ponce de León y Juan Cruz Federici Di Palma. ¿Te gusta la modalidad que nuevamente está implementando la ACTC?
Es algo distinto y cuando se realiza algo fuera de lo normal se genera polémica y a su vez, difusión. La ACTC está haciendo un gran trabajo, haciendo publicidades, humanizando al piloto y acercándolo a la gente. Si bien es larga (seis horas) y hay que estar atento porque puede pasar cualquier cosa.
Será mi primera vez arriba de un TC. El viernes de pruebas trataré de sacarle el mayor jugo que pueda y ver cómo estamos. En este tipo de carreras ves de todo, pero nosotros tenemos un buen balance. Ponce de León es un piloto aguerrido, en mi caso, soy un poco más tranquilo y Juan Cruz es muy rápido.
¿No te achicas si te toca pelear con uno de los punteros del TC?
Para nada. Es una carrera en la que hay que usar mucho la cabeza. Si tengo el auto para pasarlos lo haré, pero no voy a arriesgarme con una maniobra que puede perjudicar a todo el equipo. El secreto está en los boxes. Si la pasada es buena, sacas ventaja de lo que no pudiste hacer en pista.
Con la reciente polémica de Rossi y el tercer apercibimiento que nos recuerda a la sanción de Mariano Werner el año pasado ¿cómo ves la labor de la ACTC?
Siento que se deberían haber aplicado sanciones diferentes. Aunque en la reunión de la última carrera nos dejaron bien claro que no debería haber pontonazos. Pero los autos se rozaron. No me pareció bien que no sancionaran a los autos de atrás que se venían matando, pero en el caso de Rossi le hubiese dado 5 segundos sabiendo que no fue tan grave. Un apercibimiento es para algo grave y largando último lo perjudican en la lucha por los play off. Está bueno que los comisarios sean estrictos, pero esta vez no estuve de acuerdo.
En tus agradecimientos siempre se escucha el nombre de tu abuelo Pocho, una persona que siempre estuvo presente en tu carrera. ¿Qué nos podes decir de él?
Como siempre lo digo, él es mi ángel guardián y mi copiloto en todas las carreras, me vaya bien o mal. Mi abuelo siempre fue un enfermo por el automovilismo y era capaz de hipotecar su vida con tal de que yo corra. Es imposible no recordarlo, él siempre va a estar conmigo.
¿Recordas alguna frase que te haya dicho?
Un montón. Pero siempre me acuerdo de una: “hagas lo que hagas, siempre van a decir que sos un hijo de p…” (risas). Por eso siempre me dejo llevar por mis instintos. Referido al automovilismo me dejó muchas cosas. Sabía demasiado y desde chico me enseñó cómo debía ser un piloto.
¿Qué sentís cada vez que te sentas en una butaca y apoyas las manos en el volante?
Uf, tantas cosas. Me gustan los deportes de riesgo, pero en ninguno siento la adrenalina que me da el automovilismo. Es un estilo de vida. Es tener una conducta, un comportamiento durante todo un período sabiendo que una vez por mes tenes una carrera. Es ser profesional en todos los aspectos de tu vida y sacrificar cosas que uno quiere. Pero se disfruta mucho, los asados en los autódromos, el contacto con el público. Hay nenes de 5 o 6 años que piden subirse al auto y cuando los ves, se le están cayendo las lágrimas. Eso te conmueve.
Si bien existen las rivalidades de marca, no importa a que hincha tengas a tu lado, el público se siente en familia…
Totalmente. Es algo para admirar en el automovilismo. En el fútbol, los locales y los visitantes se cruzan y se matan. Acá tenes a la 15 (Chevrolet), la 4 (Ford), quien sea y no pasa nada. Por las noches salís a recorrer el autódromo y te topas con todo este folclore que tienen los fierros. Si bien hay alcohol, la gente se mide. Nunca escuchas algún acto de violencia en este deporte.
Recién comentabas lo que se siente ser piloto, pero ¿cómo es ser Martín Vázquez?
Alguien que le gusta mucho vivir. No me gusta dormir porque siento que es una pérdida de tiempo. Soy muy hiperactivo, tengo todo el día cosas en la cabeza, pero a veces tengo que parar un poco. Me hice análisis de sangre y me saltó que tengo el colesterol por las nubes. Y tengo 24 años… y canas (risas). Me siento un afortunado de la vida que acompaña a esa fortuna, sino no te dura nada. Hago lo que me apasiona, tengo un buen pasar, salud, amigos. Me gustaría que más gente viva como lo hago yo. ¿Qué más puedo pedir?
Belén Gómez
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