Tal como Juan Manuel Serrat destaca en su canción “Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío…”, en este caso, vaya si queda vacío con la partida de un querido amigo, médico por vocación, dedicación y amor a la profesión, pilarense de nacimiento y de costumbre, de arraigo y fanatismo, amaba su pueblo así como a su profesión, a sus pacientes y a su familia.
Se nos fue quien para muchos fue un grande, el médico cirujano Jean J. Aón, aquel que nos salvara la vida de chicos cuando definió un diagnóstico justo de nuestras dolencias, aquel que no tenía reparos en arremangarse los pantalones para ir a ver un enfermo a su casa cuando la circunstancia lo ameritaba, aquel que dedicaba minutos y hasta horas en revisar al paciente hasta encontrar donde estaba la falla, cual ingeniero estudioso que revisa una máquina de punta a punta para poder determinar cuál es el problema.
Murió un amigo que nos aguantó y mimó en nuestra infancia, nos aconsejó en nuestra adolescencia y nos brindó su afecto y su cariño verdadero, aquel que daba el consejo justo en el momento justo y a la vez recibía el nuestro humildemente cuando lo necesitaba.
Para quienes lo conocimos, para quienes heredamos de nuestros padres su afecto y su amistad, se nos fue un grande, se nos fue un amigo muy difícil de olvidar, se nos fue alguien que nunca brilló por su ausencia, por el contrario, la que brillaba era su presencia, porque jamás podía pasar desapercibido.
Hoy descansa junto a la mujer de su vida, su adorada Pepita que hasta hace algunos años lo acompañó, lo atendió, lo mimó como a él le gustaba, como él lo requería.
Turco querido, Jean querido, nunca olvidaré tu amistad, tu hombría de bien y tu benevolencia. Descansa en paz, te lo mereces.
Antecedentes. Jean J. Aón nació en Pilar el 16 de septiembre de 1928, a los 28 años de edad se recibió de Doctor en Medicina en la Universidad de Buenos Aires. Fue discípulo del Dr. Finoquietto, reconocido cirujano argentino, habiendo llegado a ocupar el puesto de jefe de Cirugía del Hospital Pirovano de la ciudad de Buenos Aires. Estuvo casado con Josefa “Pepita” Moyano, ya fallecida, ejerció su profesión de médico cirujano durante más de cincuenta años en hospitales y clínicas capitalinas, y en su consultorio particular de la calle Pedro Lagrave de nuestra ciudad.
Augusto Zamarripa
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