Por Oscar Mascareño
La devoción a la Virgen del Pilar nace en nuestro distrito prácticamente desde que los padres de la Compañía de Jesús y soldados aragoneses con sus familias trajeron su imagen hacia el año 1670, comenzando a construir el Fuerte de Santa María de la Concepción del Río Luján (zona de Los Cerrillos), lugar cercano a lo que hoy se conoce como Pilar Viejo.
Las gestiones para el traslado del incipiente villorio a su actual emplazamiento comenzaron en 1797 cuando “vecinos y moradores de la villa” iniciaron las gestiones con la mediación del padre Tagle para lograr el ansiado cometido, que recién se concreta en forma gradual a partir del año 1818 a una loma cercana, donde hoy se encuentra el templo que comenzó a construirse en 1821 y se terminó y bendijo recién en 1856, año donde seguramente se iniciaron las festividades dedicadas a la Santa Patrona. A partir de ese momento, el partido de Pilar festeja sus Fiestas Patronales hasta nuestros días.
Sería imposible para un cronista actual recrear cómo se vivieron las festividades durante el siglo XIX, pero en Resumen nos propusimos –a través de la visión de tradicionales comerciantes de la época- revivir cómo se comportaba la comunidad pilarense el siglo pasado, cuando llegaba el 12 de Octubre y se veneraba a nuestra Santa Patrona.
Para ello, recorrimos comercios del centro de la ciudad que aún están en plena actividad, recogiendo testimonios además de otros destacados referentes de distintos rubros.
Comenzamos la recorrida con el comercio más antiguo de Pilar: Tienda La Reina. Ubicada sobre Lorenzo López, frente a la Plaza 12 de Octubre y a metros de la Parroquia del Pilar, José Juan Aon, un comerciante de origen libanes comenzó a ofrecer indumentaria masculina en el año 1913, acompañado por su esposa Rosa Rahaim, que tiempo después abriría su propio negocio de ropa para damas, en un local aledaño.
Jean Antoine Aon –más conocido por Tono- sigue hoy manejando el timón del negocio, con sus 89 años recién cumplidos. “Yo puedo decir que nací en este local, porque fue nuestra casa también –afirmó el veterano comerciante- así que tengo una vida viviendo y trabajando acá”.
“Entre 1955 y 1956 dejo por dos años la tienda familiar por el enojo de mi padre al que le dije que iba a abandonar la carrera de ingeniería que había comenzado y me asocio con Carlos Moreno y Hugo Moreno. Ambos compañeros de trabajo en Fabricaciones Militares. Con ellos abrimos BomQueBom, que hoy sigue el hijo de Carlos. Retomado la buena relación con mi viejo, vuelvo a La Reina, para seguir hasta hoy”, agregó.
La familia también tiene estrecha relación con el bar El Colonial de la esquina de Lorenzo López y Belgrano, ya que el abuelo de la señora de Tono -Marta Piccolo- estuvo a cargo del entonces bar “La Marta” desde 1938 a 1967, nombre dedicado precisamente a la nieta del dueño.
Siendo adolescente, Tono fue monaguillo de la Parroquia cuando estaba a cargo del recordado párroco Silvio Braschi. “Puedo decir sin petulancias que viví la mejor época de nuestras Fiestas Patronales –afirma Tono- se vivía como una fiesta tradicional en relación a la iglesia, eran unos festejos de lujo, con procesiones multitudinarias que cubrían no menos de siete cuadras, con la participación de congregaciones españolas que llegaban a Pilar con sus atuendos típicos y gaiteros. Recuerdo especialmente a la Congregación de Santiago Apóstol, que trajo en una oportunidad una imagen ecuestre del Santo, construida en madera y que se desplazaba con ruedas colocadas en su base. Creo que esa imagen fue donada al Museo de la iglesia y no sé porque motivo tiempo después se la llevaron miembros de la congregación”.
“En cuanto al negocio se trabajaba muy bien para las fiestas ya que venía gente del campo que se vestía literalmente de pies a cabeza: compraban sombreros, camisas, corbatas, trajes y hasta zapatos que en ese momento también se vendían en el negocio. Recuerdo que venían a comprar con varios días de anticipación a la procesión, ya que muchas veces había que hacer reformas a la ropa que compraban. Una imagen que siempre viene a mi memoria es ver a muchos de los participantes sacarse los zapatos después que terminaba la misa, para sentarse a descansar y aliviar sus pies, no acostumbrados a calzar zapatos de vestir”, puntualizó.
“En cuanto al festejo, es una lástima que no se le haya dado continuidad a la participación de tantas congregaciones que llegaban a Pilar de tantos lugares. Hoy podríamos haber tenido una fiesta religiosa de prestigio nacional, sin dudas”, afirmó convencido Tono Aon.
Néstor Barberena tiene una vida dedicada a la venta de calzado para toda la familia pilarense. Comenzó a los 10 años trabajando como cadete en la zapatería “La Andaluza” en la esquina de Fermín Gamboa y Rivadavia. Pasaron diez años y compró el negocio la familia Di Giorio, cambiando el nombre del local por el de Calzados Ritmo.
“De los cinco empleados que veníamos trabajando quedamos yo y Lubo –rememora Barberena– con quien en 1974 decidimos independizarnos y abrir nuestro propio negocio, comprando el fondo de comercio de una zapatería ubicada en un pequeño local de Rivadavia, casi esquina Lorenzo López. Ahí nació Calzados Balu y seguimos con la sociedad hasta 1999, cuando nos mudamos a la actual ubicación de Rivadavia 746, donde tenía sus oficinas la Inmobiliaria Vallier. Lugo se desvincula de la firma y junto a mi yerno Ricardo Cue, conformamos una sociedad nueva, iniciando con el nombre de Calzados BACU con la que seguimos hasta hoy”.
Sobre las Fiestas Patronales, Barberena recuerda que “era una fiesta que esperaba todo el comercio de Pilar” por las muy buenas ventas que se hacían en distintos rubros. “Eran épocas donde la familia se preparaba de punta en blanco para participar de la procesión y los desfiles de los colegios. Las Fiestas Patronales se vivían como un acontecimiento muy importante –remarcó-. Si a esto lo unimos que también eran épocas donde los chicos tomaban la comunión, se acrecentaban aún más las ventas, mucho más incluso que para las fiestas de Navidad y Año Nuevo”.
Entre mediados de los ’70 hasta principios de los ’90, convivieron aleatoriamente alrededor de la plaza varios bares y confiterías, todos muy concurridos, sobre todo durante los días de festejos Patronales. Lion’s Café, El Colonial, Kaskote, Tarela’s Bar, Oggi y La Alhambra.
“Trabajábamos todos ya que nos manejábamos con distintos públicos -refirió a Resumen Oscar Acciari, dueño de La Alhambra en Rivadavia 668, donde hoy está el edificio de oficinas municipales-. La Alhambra fue fundado en 1940 por el recordado Regino Oses, luego pasaron Beto Santa Cruz y la familia Rodríguez, dueños de la propiedad. Yo le compro el fondo de comercio a Vicente Messoracca y mantengo el negocio hasta principios de los ’90 cuando lo vendo a Tono Aon y Mario Cormery”.
Con respecto a las Fiestas Patronales, Acciari fue categórico con respecto a su negocio: “En cinco días de festejos se trabajaba mejor que en cinco o seis meses normales, por dar un ejemplo, nosotros vendíamos cerveza tirada y en verano el promedio era expender de medio barril a uno por fin de semana. Durante las fiestas patronales, tuvimos el record de vender ocho barriles en una sola noche”, significó.
Por eso sin dudas, el comerciante de Pilar Centro, extraña los festejos populares cuando se hacían frente a la plaza.
Desde mediados de los ‘80, la tradicional pizzería La Gringa ofrece diariamente la especialidad de la casa y también pastas en su local de 11 de Septiembre y Bolívar. Pero la historia había comenzado a fines de los ’50 cuando Casimiro Hykalik y su esposa Elvira Sardonini, inmigrantes italianos, abren una lechería en un pequeño zaguán en San Martín e Yrigoyen.
Para entonces José Hykalik un adolescente de 13 años, hijo del matrimonio trata de estar lo menos posible en el negocio de sus padres. Hacia 1970, un cocinero napolitano amigo de Casimiro le da la receta guardada bajo siete llaves para que pudiera ofrecer a sus clientes una pizza realmente especial. Comienza la leyenda aún vigente de que las pizzas de La Gringa “son las mejores de Pilar”. Aunque José continúa supervisando el negocio, hoy están al frente sus hijos: Juanjo, Romina y Carolina.
Sobre las Fiestas Patronales que le tocó vivir como comerciante de un rubro tan convocante, Hykalik refiere que “se extraña el orden y el espíritu de pueblo” que se vivía en otros tiempos no tan lejanos, cuando en el final de cada noche de festejos patronales era una tradición terminar la noche “comiendo pizza en La Gringa y un helado en la BomQueBom”.
Recordamos a nuestros lectores que, en 2017, Pizzería La Gringa logró el Certificado de Excelencia, otorgado por la consultora internacional Tripadvisor.
El Club Atlético Pilar había implementado hacia fines de los ’50 y principio de los ’60, adherir a los Festejos Patronales con un gran baile popular, antesala de los carnavales que se vendrían en el cercano verano. Costumbre a la que pronto adhirieron otras dos queridas instituciones pilarenses: el Club Sportivo Pilar y el Club San Lorenzo.
Sergio Armando Cataini –más conocido como El Vasco- es un reconocido referente de “El Rancho” en varias de sus actividades, entre ellas el básquet y la pelota a paleta, pero también de la vida social del club de la calle Ituzaingó.
“Se hacían bailes realmente multitudinarios –recuerda el Vasco-. Venían las grandes orquestas de tango de la época con Juan D’Arienzo a la cabeza y también las de jazz de moda en la época como VarelaVarelita, Tito Alberti y Oscar Aleman. D’Arienzo era muy convocante, tanto que terminaba su actuación y ya lo apalabrábamos para que estuviera en los carnavales”.
“Acá metíamos entre 4 y 5 mil personas, por lo que había que hacer modificaciones en las instalaciones del club: se embaldosaron las canchas de tenis, donde hoy está la cancha 2 y se abrían los módulos que separaba la cancha de pelota a paleta para unir todo en un solo gran salón. Donde hoy está la pileta climatizada estaba la cancha de básquet, donde también se improvisaba pista de baile y lugar para sillas y mesas. De tal manera que el escenario quedaba en el medio y las orquestas debían tocar un rato para el público que estaba en un lugar y la segunda entrada la hacían mirando para el otro lado del salón”, contó.
Y añadió: “Recuerdo que un entusiasta de nuestros bailes era un muy joven Silvio Soldán que venía desde San Miguel donde vivía; de vez en cuando, cuenta esto en alguna entrevista que le hacen”.
Después de días de Festejos Patronales, la vida en la gran ciudad vuelve aletargadamente a la normalidad. Para graficarla me pareció oportuno finalizar esta crónica del recuerdo con una poesía de un gran amigo, conocido vecino, poeta y verdadero bohemio pilarense: el “Gringo” Guillermo Bianchi.
El finde largo ha pasado, las fiestas ya son historia,
es lunes y el despertador me anuncia que hay que arrancar.
Salgo a trabajar, es la calle mi oficina,
Café en El Colonial, amigos, conocidos y rutina…
Los pasos que me llevan, son Pilar y sus veredas,
la Parroquia, el Yacaré, el codillo con el Vasco
y ese mango que no llega, pateando baldosas,
para tirar algo a la olla.
Pilar que tanto he recorrido con el saludo amigo
que en cada esquina encontré,
Pilar, sos el sueño que se anhela,
son tus aires de novela que se escriben cada vez:
el Tano y el Gallego, el Turco y el Obrero
y porque no, una bella mujer.
Pueblo mío Yo te nombro y con mi guitarra respondo:
Pilar, como no te voy a querer!!!
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