Por el amplio solar de Lorenzo López 554, pleno centro de Pilar, pasaron diversos rubros desde finales del siglo pasado. Hace ya muchos años es la sede de la Iglesia Universal Catedral Pilar, pero tuvo varios destinos anteriores. Allí primigeniamente se instaló la emblemática Casa Peronista, hasta que a mediados de los ’80 un grupo de reconocidos comerciantes de Pilar, decidieron instalar en nuestra ciudad un emprendimiento que venía haciendo furor en Capital Federal: una pista de hielo.
TE PUEDE INTERESAR
Exótico Bailable, la bailanta de Pilar de los ’90
Mentores de la audaz y onerosa inversión fueron José “Pepe” Prieto Cane, Rodolfo Tomassi y los talleristas asociados Campos- López.
“Yo tendría 14 años y me enteré que el padre de uno de mis compañeros de secundario era el propietario de “Quebec”, la pista de hielo más importante de Buenos Aires”, comentó a Resumen, Matías Prieto Cane (51).
“Se lo comento a papá y fue tal el entusiasmo de mi relato que lo convencí de que sería una muy buena idea poner una en Pilar. Se trataba de una inversión importante, ya que había que tirar abajo la construcción que había y levantar una nueva, especialmente diseñada para el nuevo y monumental propósito”, contó.
“Se confió la obra al arquitecto Horacio Mandirola y finalmente quedó un salón de 20 por 50 metros en dos plantas, abajo había una confitería, la boletería, un lugar donde se entregaban los patines, vestuario y sanitarios. Al fondo se dejó un pulmón de manzana, con una suerte de plazoleta que tenía en el centro una fuente de agua”, siguió recordando Matías.
Su hermano Enrique (57) tenía ya 20 años y nos comenta que en la segunda planta se construyó un enorme salón de fiestas, donde se desarrollaron distintas reuniones sociales.
“La pista de hielo mediría unos 15 metros por 20 y tenía alrededor un pasillo con barandas -aportó Enrique-. Fue en su momento, la más grande de la provincia y convocaba todos los días de la semana a centenares de vecinos, no solo de Pilar sino de localidades como Campana, Escobar, Luján y General Rodríguez. En el lugar se realizaban cumpleaños temáticos y había un instructor muy particular por su indumentaria de color amarillo, que guiaba a los primerizos en sus primeros intentos en la pista”, contó.
“Recuerdo siempre que se hacían sorteos entre los presentes y el primero que se hizo tuvo como premio principal un par de patines profesionales. Los ganó Martón Chapochnicof”, rememoró Enrique Prieto Cane, quien también comentó a Resumen que el complejo tenía dos locales que se alquilaban aledaños a la entrada.
“Recuerdo particularmente el de “Jubi”, un peluquero uruguayo muy popular que estuvo desde que abrió la pista de hielo hasta el día que cerró”, añadió.
Precisamente, el emprendimiento que tuvo el curioso nombre de Akila (tomado quizás de un vocablo de aborígenes del sur del país, cuyo significado podría ser “Casa de hielo”), tuvo apenas pocos años de vigencia.
“Akila abrió en 1985 y cerró sus puertas en 1990 aproximadamente. El furor de las pistas de hielo se diluyo pronto y dejó de ser moda”, justificó Enrique Prieto Cane.
La propiedad se vendió al Club Abrojal de Pilar, que al tiempo convirtió el lugar en una bailanta, por donde pasaron todas las rutilantes estrellas de la música tropical de los ’90.
“Recuerdo que primero lo abrió la gente que gerenciaba Pilar Ranch y Coyote –aportó Enrique- y en la noche de la inauguración a la que fuimos invitados, el artista principal fue la Mona Jiménez, que ya estaba en su momento de mayor plenitud artística. Tuvo una convocatoria multitudinaria, no entraba un alfiler en el lugar”.
Después continuaría en la misma temática Fenómeno Tropical, que dejó su lugar tiempo después a Exótico Bailable, la recordada bailanta que manejaron por muchos años Juan Russo y Víctor Ghiglione, pero eso… será motivo de un nuevo capítulo en la historia de este lugar tan caro a la nostalgia de generaciones de pilarenses.
Oscar Mascareño
6 comentarios:
Dejar un comentario