Por Auguzama
En una de las “vuelta al perro”, como le decimos los NyC (Nacidos y Criados), a la vuelta a nuestra plaza 12 de Octubre, en especial los fines de semana, tras el segundo o tercer paso por la calle Hipólito Yrigoyen, nos llamó la atención un cambio, para nosotros, muy notable, por cierto.
A pocos metros de su intersección con la calle San Martín, desde 1943 funcionó allí la tradicional “Farmacia Domenech”, fundada por un pilarense nacido en nuestra ciudad allá por 1913, Don José Dalco Domenech, vecino muy recordado por cierto por su labor en favor de las instituciones de su pueblo, en especial fundador del Hogar de Ancianos Silvio Braschi.
Don José, en su juventud dejó momentáneamente su ciudad natal para instalarse en la de Chascomús, donde comenzó a trabajar en el rubro en la farmacia de la familia Alfonsín, de allí su amistad con el ex presidente que ni bien pisaba Pilar se hacía una escapada hasta la casa de su amigo para saludarlo.
Según cuenta la historia, en su paso por Chascomús, nacieron sus tres hijos, “Coca”, Luisa y “Mimo”, como se los conoce en el pueblo. Allí, impulsado por sus patrones de entonces, Don José Dalco estudió como “Dependiente Idóneo en Farmacia”, tal el título de ese entonces que acreditaba la fundación de un comercio de ese rubro en los pueblos donde no los había. Fue así entonces, según cuenta su hijo menor “Mimo”, quien lleva el nombre de su padre, con mucho orgullo, por cierto, que con la ayuda de los Alfonsín y de su familia, instala una farmacia en la ciudad bonaerense, lindera a Chascomús, de Pila, desde donde con su vehículo distribuía en los campos de la zona remedios a domicilio, tal como se estilaba en aquel entonces.
En 1943, Domenech y familia, deciden volver al pueblo natal de Don José y fue entonces que instala en la propiedad adquirida con el fruto de su trabajo y la ayuda de algunos amigos, su propia farmacia, justamente sobre la calle Hipólito Yrigoyen, a escasos metros de San Martín y frente a la plaza principal de su pueblo, la ciudad de Pilar, “agregando una r a Pila” según relata sonriente su hijo Mimo.
Aproximadamente en los años ´50, Domenech amplía el negocio y donde había un garaje, decide poner la puerta principal del mismo, –estimamos– la única puerta giratoria que hubo en Pilar, al menos que recordemos. Las anécdotas sobre esta puerta son cuantiosas, en especial contadas por varias generaciones de alumnos tanto del Instituto Modelo, como del Almafuerte, el Fátima y hasta del Parroquial.
Cuenta la historia que muchos chicos usaban “la giratoria” como un divertimento muy especial, que hacía las delicias de ellos y despertaba muchas veces la ira del farmacéutico. Pasaban corriendo por la puerta del comercio y se “daban una vuelta” en la calesita imaginaria y muchos, se sentaban en la baranda que la misma tenía al frente de sus cuatro caras. Muchas veces Don José los sorprendía y los reprendía con la amabilidad que lo caracterizaba, pero otras tantas, tenía que dirigirse a la escuela para presentar las quejas.
Desde hace pocos días, ya no está más “la giratoria”, una de las nietas del antiguo propietario, la rescató de la picota y la guardó en un galpón, tal vez el de los recuerdos y, la vieja farmacia, la tradicional Domenech, donde chicos de entonces se divertían jugando con su puerta, ha cambiado de dueño al venderse el fondo de comercio de la vieja “botica”. Pero algo importante, su hasta nuestros días titular de la misma, Luisa Domenech, la segunda de los hijos de Don José Dalco, sigue al frente de la dirección profesional de la farmacia, hasta tanto los nuevos propietarios nombren a la nueva profesional responsable.
Sin duda, nostalgias aparte, nuestra ciudad ha crecido, se ha extendido y por consiguiente los viejos comercios, las viejas puertas han quedado en el recuerdo, como también desde hace pocos días, nos sorprendió ver las cortinas bajas y el cartel de “Se alquila”, de otro destacado comercio de antigua data en nuestro pueblo, como fue la tradicional tienda de la esquina de Belgrano e Independencia, donde los parroquianos concurrían habitualmente a comprar sus pantalones de trabajo, sus bombachas de gaucho, sus alpargatas de soga y hasta las boinas y gorras tanto de invierno para matar el frío o de verano para resguardarse del sol, en la Tienda Mansur, propiedad de otra de las tradicionales familias pilarenses.
Como dice una vieja canción, “cambia todo cambia”, pero los recuerdos y las anécdotas, siguen “Haciendo Historia”.
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