Jueves 21 de Noviembre de 2024
Emotiva sorpresa para veterano de guerra pilarense

A 40 años de Malvinas, excombatiente recibió fotos de cuando fue tomado prisionero en Puerto Argentino

Las fotografías les fueron remitidas por un veterano inglés a un ex soldado argentino de Rufino con quien mantiene relación. Las tomas comenzaron a enviarse por redes sociales hasta que llegó a un ex compañero de armas de Gustavo Walter. El héroe pilarense desconocía la existencia de esos registros fotográficos.


  • Lunes 24 de Enero de 2022
gustavo walter

El viernes pasado, el conocido electricista de automotores Gustavo Walter compartía la tradicional cena semanal con su barra de amigos de la infancia, tan tradicional como los encuentros con sus ex camaradas de armas que se realizan todos los años en Cosquín, donde se reúne con la mayoría de los sobrevivientes de la compañía que estaba a cargo del Teniente de Navío Mario Rubén Abadal, hoy residente en Bahía Blanca.

Gustavo tiene la costumbre de no prestar atención a su celular mientras comparte la cena con sus amigos, pero una serie de avisos de que estaban llegando fotos a su móvil lo intrigó y sacó el teléfono de su bolsillo. Grande fue su sorpresa cuando vio que un ex compañero de armas le había enviado una serie de fotografías sacadas por un soldado inglés el 15 de junio de 1982, cuando se encontraba en Puerto Argentino prisionero de las fuerzas inglesas que habían ocupado las islas el día anterior, fecha de la rendición de los militares argentinos en Malvinas.

Las fotos fueron subidas a las redes sociales por un veterano de guerra de Rufino, que mantiene correspondencia con un par inglés desde hace años, que no dudó en enviárselas. Las tomas comenzaron a viralizarse entre los distintos grupos de ex combatientes, hasta que llegó a un ex compañero de Walter que comenzó a reconocer a sus camaradas.

“En una de esas fotos, aparece en primer plano la inconfundible imagen de nuestro jefe, el Teniente de Navío Mario Rubén Abadal, que hoy vive en Bahía Blanca y a partir de esa foto se empezaron a reconocer a otros compañeros del batallón de la Compañía BIAC número 1 de la que formábamos parte”, comentó a Resumen el veterano de guerra pilarense.

“Uno de mis ex compañeros, Jorge Palacios, de General Deheza, me reconoció en una de las fotos y se comenzó a correr la voz. Este cordobés nunca pudo escribir mi apellido correctamente, siempre escribe mi apellido “Wualter”, así con la ‘u’ pegada a la ‘W’. Éramos 72 hombres, de los cuales unos 40 más o menos seguimos teniendo contacto hasta la actualidad. De ese grupo tuvimos que lamentar dos bajas y cinco heridos, todas producidas el día del desembarco de las fuerzas inglesas en Puerto Argentino”, rememoró.

Gustavo Walter estaba a punto de cumplir su año de servicio militar en la Infantería de Marina en Puerto Belgrano. Había entrado el 1º de abril de 1981 y esperaba la baja en pocos días. Pero el 2 de abril de 1982 las fuerzas militares argentinas toman las islas y el 20 de ese mismo mes Gustavo llega al Teatro de Operaciones como chofer electricista de la unidad número 2 “Bravo” de Artilleros de obuses 105 Otomarola, aprovechando su experiencia como electricista de automóviles en el Taller Luciano de Pilar, donde sigue trabajando en la actualidad.

“Yo estaba a cargo del transporte del obus en una camioneta Dodge 200 -recuerda el ex combatiente pilarense-. En el avión Hércules C-130 que nos llevó iba también la unidad 1. En total fueron seis los obuses que se instalaron en cercanías de Puerto Argentino a una distancia de 10 a 12 kilómetros uno de otro. Éramos siete hombres a cargo por cada pieza de artillería”.

Al ver las fotos, miles de imágenes comenzaron a desfilar en la mente de Gustavo Walter como una película a velocidad rápida. “Los últimos tiempos en Puerto Argentino no la pasamos bien –recordó– padecíamos los bombardeos de los ingleses todas las noches y física y sicológicamente nos estábamos destruyendo, recuerdo que con un compañero de quien me hice amigo de la vida, Marcelo Rodríguez, que era de Villa Martelli y que hoy reside en General Rodríguez, nos encerrábamos en una camioneta y compartíamos nuestras penurias”.

“Un pensamiento se volvía recurrente todas las noches –rememoró entristecido Walter-. Yo le decía a Marcelo ‘porque no nos caerá una bomba ahora mismo sobre nosotros, así se termina esta agonía’; pero por otra parte también pensábamos en nuestras familias y amigos de los cuales no sabíamos nada desde hacía meses. No recibíamos las cartas que nos enviaban, sí nos llegaban cartas de gente común, en su mayoría niños en edad escolar, personas que no conocíamos pero que nos acompañaban en esos momentos de tanta angustia y soledad”.

“Finalmente vino el irremediable día de la rendición y nos reunieron a todos en Puerto Argentino. Recuerdo que sentado en la calle, miraba extasiado los majestuosos buques de guerra de la poderosa armada inglesa, anclados en el Puerto y ahí me di cuenta del poderío al que nos habíamos enfrentado. Nos sentíamos como pollitos mojados, aunque dentro de todo, los militares ingleses nos trataron muy bien. Ese 15 de junio nos hicieron marchar a pie en fila india hasta un descampado cerca del aeropuerto donde llevaron a todos los prisioneros. Nos hicieron caminar como 10 kilómetros y allí nos instalamos por unos seis días más. Recuerdo que pasamos mucho frío ya que los días comenzaban a ser más cortos ya en cercanía del inminente invierno. Dormíamos a la intemperie en bolsas de lona y pasaba un camión con comida caliente para darnos las raciones diarias. Mitigábamos el frío, prendiendo fuego trozos de turba que encendíamos en tambores de 20 litros. El hollín de la turba en combustión se impregnaba en la ropa húmeda y en todo el cuerpo, no había otra manera de combatir el frío y era imposible no aspirar ese negro aire caliente al estar tan cerca de los tambores”, cuenta.

“En dos meses, creo que solo me bañé dos veces y me pude asear otras tantas, así que te podrás imaginar como estábamos. Recuerdo que teníamos una provisión de chocolates que nos habían dejado llevar los ingleses al tomarnos prisioneros y que varios compañeros canjeaban a los soldados que nos vigilaban por cigarrillos. Yo nunca fumé, así que decidí quedarme con los chocolates”, añade.

“Finalmente el 20 de junio nos embarcan y envían a territorio argentino. Nuestros familiares no sabían nada de nosotros desde hacía tiempo y nosotros tampoco de ellos, así que el reencuentro fue realmente emocionante”, recordó el veterano de guerra pilarense Gustavo Walter.

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