35 años del Ático, la historia de un bazar que creció junto al pueblo
Enrique Bertola repasa tres décadas y media de trabajo: los inicios familiares, la evolución del consumo, los cambios del centro comercial, la competencia digital y cómo atravesó las crisis que marcaron la vida económica argentina.
El bazar El Ático cumple 35 años. Todo comenzó cuando Enrique Bertola abrió sus puertas en 1990, donde el centro de Pilar era muy distinto. Las calles tenían otro ritmo, la oferta comercial era más acotada y los negocios tradicionales sostenían buena parte de la actividad cotidiana. En ese contexto, Enrique y su esposa, Analía Morán, decidieron independizarse: ella venía del área de facturación de una empresa de alimentos y él era jefe de ventas en una conocida marca gastronómica. Con el impulso de familiares y conocidos del rubro, eligieron lanzarse a un pequeño bazar que, sin saberlo, se convertiría en un referente local.
Los primeros pasos fueron tan concretos como humildes. El local inicial era chico y el stock, mínimo. Todo se mostraba con ingenio: cajas vacías para simular variedad, artículos sueltos acomodados como si fueran parte de un surtido más amplio. Pero el trabajo sostenido y la dedicación hicieron que un año más tarde se mudaran al local contiguo, más grande, y que en 2002 unificaran ambos espacios para crear la estructura actual.
Aquellos años, recuerda Bertola, la calle Rivadavia era uno de los ejes comerciales más fuertes de Pilar. Allí convivían bazares tradicionales, tiendas de ropa y comercios históricos. Con el correr del tiempo, el centro se expandió hacia otras zonas, como Tomás Márquez, y la dinámica urbana cambió: más tránsito, más trabajadores que llegan desde otras localidades y, al mismo tiempo, menos residentes viviendo efectivamente en el casco histórico. Ese fenómeno también transformó el perfil del cliente.
El Ático se adaptó. Ya no es solo un bazar: sumó regalería útil, artículos técnicos como repuestos de cafeteras u ollas a presión y una variedad que hoy alcanza los 10 mil productos. Pero también cambió el consumo. Las modas, antes inexistentes en el rubro, hoy determinan qué se vende, cuánto dura un modelo en vidriera y cómo se arma el stock. Las marcas renuevan diseños cada pocos meses y eso obliga a trabajar con menor volumen y mayor variedad para evitar que la mercadería quede desactualizada.
Esa plasticidad también fue clave para transitar las crisis. La del 2001 fue, en palabras de Bertola, la más dura: ventas casi nulas durante meses, sin margen de ahorro y con todo el capital invertido en el local. La salvación llegó con la ayuda familiar y una administración extrema que permitió sostener la actividad. Hoy, aunque admite que la recesión volvió a golpear, la situación lo encuentra más sólido y sin deudas, algo que considera consecuencia de años de disciplina y aprendizaje forzado por los propios ciclos económicos.
"La irrupción de las plataformas digitales también reconfiguró el negocio. Mercado Libre y la venta online pasaron de ser una amenaza a convertirse en un canal necesario. Después de la pandemia, el comercio apostó fuerte a las redes, impulsado además por el equipo joven que me acompaña y que domina mejor las herramientas digitales. La confianza de los clientes de siempre sigue siendo una ventaja competitiva frente a las compras a distancia", remarcó Bertola.
Los hábitos sociales también dejaron su huella. Las listas de casamiento, que en los años 90 llegaban a contabilizar decenas por fin de semana, prácticamente desaparecieron. Cambió la forma de casarse, el costo de las fiestas y las prioridades de las parejas, que hoy suelen preferir aportes económicos para la luna de miel o para terminar la casa. En paralelo, fechas como Navidad siguen siendo fuertes, especialmente por la renovación de vajilla y utensilios para recibir a las familias.
Con más de tres décadas al frente del negocio, Bertola destaca la relación construida con los vecinos de Pilar: clientes que hoy trabajan en otras localidades pero vuelven al local porque lo conocen desde hace años. Y sobre el presente del comercio en general, deja una reflexión para quienes proyectan emprender: sin un mínimo análisis del entorno, del movimiento de la zona y de la competencia, es fácil fracasar. En tiempos de consumo retraído, sostiene, la paciencia y la previsión siguen siendo fundamentales. "Un negocio no rinde en dos meses; a veces ni en dos años. Hace falta tiempo, respaldo y constancia para que empiece a devolver lo que uno invierte", cerró.

