Señor Director:
“Mirá, te vamos a tener que entubar”. Esas fueron las últimas palabras que escuchó mi marido al ingresar a Terapia Intensiva. Seis días antes cumplía 50 años y nunca imaginaría cuánto influiría el haberse demorado en hacer la consulta.
Diecisiete días de desconexión, de ser mantenido con vida artificialmente. Con él ingresaron cinco personas a Terapia Intensiva, pero sólo Marcelo y Margarita lograron pelear esta batalla contra el COVID 19.
Ver la cocina te abre los ojos, escuchar a las enfermeras decir que ya no pueden más con los muertos y prefieren renunciar a su trabajo, también. Estas madres postizas que entregan cuerpo y alma, acompañando a “los sobrevivientes” como ellas apodan, en este renacer de cada función vital, reflejo y movimiento.
¿Quizás necesitemos el morbo, las imágenes de cadáveres alineados para tomar conciencia del impacto de esta segunda ola? ¿Son los misiles que evidencian el conflicto milenario Palestino-Israelí?
Hoy siento una necesidad imperiosa de expresar mi agradecimiento a los médicos y enfermeras del Sanatorio Trinidad de San Isidro, sucursal Thames, por su profesionalismo y entrega, al jefe de Terapia Intensiva, a quien odié y amé por permitirme acompañar a mi marido intentando su reconexión con el mundo.
Una Terapia Intensiva que permite el acceso a los familiares, sin escatimar insumos y cuidados y siguiendo los protocolos, humaniza, contribuye al progreso de los entubados. El hablar a mi marido, el poder acariciarlo, peinarlo, que quizás desde esa dimensión subconsciente en la que se hallaba, reconociera mi presencia a su lado, a través de mi perfume, pudieron contribuir a su mejoría.
Ser entubado e inducido a un coma farmacológico resulta una experiencia muy dolorosa que genera estrés postraumático. Mi marido perdió 25 kilos, mucha masa muscular, autonomía, y hasta su huella digital para uso del celular. Cuando pasó a Terapia Intermedia tenía pesadillas y no podía conciliar el sueño. Los especialistas dicen que es el temor a la desconexión o a perder el control de tu vida nuevamente.
Pero a pesar de la despersonalización y sentimiento de incertidumbre e impotencia que genera esta enfermedad, el aliento, dedicación, esfuerzo físico, conocimiento y por sobre todo amor puesto por todo el personal médico, sumado a la tenacidad de Marcelo, nos salvaron.
Me quedo con el para qué. Para descubrir una red de contención de familia y amigos cercanos y no tan cercanos que nos apoyaron permanentemente, cada uno desde sus creencias; para valorar los pequeños momentos que se nos pasan por alto día a día; para descubrir, en mi caso, el poder de la fe y la oración, pero por sobre todo, para que nuestra experiencia sirva para generar una mayor conciencia y refuerzo de cuidados ya que esta segunda ola es un misil que pega directo y no es fácil de interceptar y su objetivo es una franja etaria menor no tan consciente del peligro alrededor; pero principalmente para agradecer desde lo más profundo de nuestro corazón a todos los que nos acompañaron incondicionalmente día a día e hicieron posible que hoy Marcelo esté con nosotros.
Paula Chiloteguy
Paulachiloteguy@gmail.com
DNI: 22.500.723
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