El 16 de enero de 2008 Rosana Galliano era asesinada en su vivienda del barrio El Remanso, ubicado en nuestro distrito. La joven tenía tan solo 29 años y era madre de dos hijos fruto de su relación con José Arce.
A 13 años del crimen de su hermana, Mónica Galliano, recordó aquel día. “Sentí un ruido como que se reventaba una lámpara y el grito desgarrador de ella ¡'Ay, ay’!, que había salido a hablar por teléfono. Corrí a la puerta, le estaban disparando y la violencia de los proyectiles hicieron que cayera dentro de la casa. Ahí comenzó la locura, la desesperación, no sabía qué hacer mientras veía a mi hermana desangrándose a mis pies”, recordó durante su charla con La Nación.
A las 22.50 el teléfono de Rosana sonó y del otro lado le hablaba José Arce, su esposo y a quien le había pedido el divorcio. La mujer esperaba a Nehuén y Gerónimo, sus hijos, de tan solo 3 y 4 años en aquel momento. Arce tenía que llevarlos con su madre en la tarde, pero con diversas excusas, logró llevarlos de noche, llamar a su ex para obligarla a salir del hogar y asesinarla con un sicario.
En 2014 Arce y su madre, Elsa Aguilar, fueron condenados a prisión perpetua por “homicidio triplemente calificado por el vínculo, por alevosía y por haberse cometido con el concurso premeditado de dos o más personas”. En 2015 obtuvieron la prisión domiciliaria y los hijos del matrimonio volvieron a vivir con ellos. En 2018 Arce murió tras sufrir un ACV y su madre falleció al año siguiente.
“A partir de la muerte de mi hermana, los chicos quedaron con el padre y la abuela, no los pudimos ver por mucho tiempo. Mi mamá después logró un régimen de visita; y si bien ella pidió automáticamente la tutela, pero nunca se la dieron. Sí los podía ver, pero los tíos no. Ellos querían visitarme porque estaban acostumbrados a estar conmigo. Gerónimo le dijo al papá que quería encontrarse conmigo y los autorizó a venir al cumpleaños de mi nieta. Yo los llevaba al psicólogo a través del Sennaf (Secretaría Nacional de Familia). Así fue hasta que murió el papá”, relató Mónica sobre sus sobrinos.
CuandoArce murió, Nehuén y Gerónimo quisieron irse a vivir con su tía. “Los dos me dijeron que querían venir a vivir conmigo, entonces les pedí que le avisaran a la abuela. Yo tenía que hablar con la abuela pese a todo lo que pasó. Para mí era muy difícil. Tuve que dejar de lado lo tremendo que hicieron con mi hermana para preservar a los chicos. Por eso seguro ellos se aferraron tanto a mí, porque no los molestaba ni les preguntaba si tenían ganas de hablar; los escuchaba. Mi objetivo siempre fue contenerlos y darles tranquilidad”.
“No me preguntan nada sobre el día del hecho ni qué pasó, sí hay cosas que se acuerdan. Nehuén tiene 16 años y Gero 18. El más chico se acuerda de los dibujitos que veía con la madre. Nunca me preguntó qué pasó y yo tampoco se lo mencioné. La psicóloga me dijo que el día que me consulten es porque ellos van a estar preparados para escuchar. ‘Mientras no te consulten, no los fuerces’, me recomendó de manera muy simple, y así hago. Mi familia y yo siempre estamos para ellos. Todos extrañamos a mi hermana, su madre, el dolor no se va a ir nunca y lo enfrentamos como podemos, con mucha angustia pero con responsabilidad, porque está la salud de mis sobrinos en juego, y eso para mí es un tema serio”, concluyó.
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