Las escuelas públicas (y más ampliamente podríamos decir la educación pública) que afortunadamente pueblan nuestro extenso país, han sido y son un motivo genuino de orgullo para los argentinos. La historia de la escuela pública es rica y se sigue escribiendo cada día; pero no todas fueron rosas ya que reflejaron las características de los gobiernos de turno que no han dejado de dejar marcas buenas y malas en estas instituciones.
Da pena y muchas veces indignación la concepción que tienen ciertos gobernantes que muchas veces las han subestimado y literalmente abandonado en pro de la educación de gestión privada. Entiendo que el dato más preocupante de un gobierno, o mejor dicho de los gobernantes es la falta de sensibilidad, de empatía en relación con el “pueblo”, con los ciudadanos quienes en última instancia son los que los han elegido. Habla de la mucha torpeza que implica subestimar a la ciudadanía, pues siempre ha registrado y registra el maltrato del que ha sido objeto.
Cuando el 2 de agosto de 2018, dos trabajadores de la educación, Sandra Calamano y Rubén Rodríguez, encontraron la muerte cuando se produjo una explosión en la Escuela N° 49 de Moreno, el sentimiento ante esto, que no fue “un accidente” sino fruto del abandono y la desidia, pues el mal estado de las instalaciones de gas había sido denunciado varias veces y los sucesivos reclamos, están registrados.
Precisamente ese 2 de agosto de 2018, muy de mañana Sandra y Rubén acudían para preparar un desayuno caliente a los alumnos (de esa modesta escuela de barrio). Cumplían de ese modo ampliamente con sus deberes y llenaban huecos para paliar las penurias de un tiempo de crisis.
Sandra y Rubén ponían el alma y también el hombro para llevar adelante su tarea. Seguramente no esperaban reconocimientos especiales, pero de ninguna manera pudieron imaginar ese trágico final que afectó a la comunidad y a sus propias familias.
El tiempo pasa y se supone que algo del orden del olvido morigerará la fuerte indignación. Pero para que esto no suceda y el borramiento de los hechos no diluya culpas y responsabilidades, la comunidad ha hecho infinidad de acciones, entre otras cosas reclamar y exigir fuertemente para que se realicen las obras y refacciones necesarias en las escuelas del distrito y de ese modo la desidia en que están las escuelas públicas no se naturalice, y la seguridad y condiciones mínimas de habitabilidad de las escuelas se cumplan.
Hubo respuesta del gobierno, no la suficiente, eso sí, pero estas cosas no deben ser olvidadas y sobre todo se impone un cambio radical en la política hacia la escuela pública. Por eso un grupo de personas con el director de cine Mascaró y la Universidad de Lujan entre otros, realizaron un film que debía estrenarse el 2 de agosto en el cine Gaumont, sala donde exhibe sus películas el INCAA.
Esto había sido acordado a principios de junio. Inesperadamente el Instituto comunicó dos días antes que no autorizaba la exhibición en su sala. Parece claro que esto fue un acto de censura. El gobierno no quiere que aparezca un documento que señala su responsabilidad y adopta la actitud del mandamás.
Sin embargo la película se exhibió en la calle con la asistencia de más de mil personas. Es probable que esta situación genere más repercusión que si se hubiera realizado la exhibición en la sala del Gaumont. La voz del pueblo puede atravesar muros y los que ocupan los sillones del poder no lo entienden.
La historia de La 49 y la muerte de Sandra y Rubén no se olvidarán, tampoco el abandono de la escuela pública, verdadero corazón de la democracia.
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