Por Gustavo Giacomo, economista
El empleo juvenil representa en Argentina uno de los principales desafíos de cara a futuro: tendencias demográficas que se profundizan en forma de pirámides poblacionales cada vez más amesetadas, los diferenciales entre competencias desarrolladas en los jóvenes y las exigidas por el mercado laboral, y las brechas generacionales en el universo de la fuerza de trabajo. Estas son apenas algunas aristas sobre las cuales debemos plantearnos posibles soluciones.
En esta misma línea, no podemos obviar de qué manera estamos asimilando como sociedad, y por ende transmitiéndoles culturalmente a nuestros jóvenes, algunas características propias de nuestra época. Uno de sus rasgos distintivos radica en la producción y el avance descomunal en el desarrollo de información y de conocimiento. Lo que buscamos aquí es poner el foco en las habilidades meta que resultan fundamentales para procesar la realidad. Dejaremos para otros espacios el recorrido epistemológico por filósofos que han abordado largamente la temática, como Platón, Aristóteles, Kant o Foucault; así como las comparaciones entre la cantidad de libros que alberga una biblioteca y un pendrive, o entre la capacidad de procesamiento de una Commodore 64 y un smartphone.
El bombardeo permanente de información llegó para quedarse. Tomando como premisa inicial que toda esta información dista bastante de ser conocimiento, y más aún de ser útil, podemos proponer como primer paso el desarrollo de capacidades de análisis. Si no logramos que los jóvenes separen lo verdadero de lo falso, lo primario de lo accesorio, lo confiable de lo dudoso, difícilmente puedan construir decisiones acertadas. Continuando el recorrido, en un contexto de democratización, si bien aún parcial, del acceso al conocimiento, no alcanza con la mera incorporación enciclopédica. La capacidad de construcción de redes de saberes y la creación de conexiones entre los saberes de diversas disciplinas debe ser nuestro norte. Una de las claves de la innovación se halla en este aspecto.
Continuando el recorrido, en un contexto de democratización, si bien aún parcial, del acceso al conocimiento, no alcanza con la mera incorporación enciclopédica. La capacidad de construcción de redes de saberes y la creación de conexiones entre los saberes de diversas disciplinas debe ser nuestro norte. Una de las claves de la innovación se halla en este aspecto. Llegado a este punto, pongamos el énfasis en otras dos facetas: la aplicación y la socialización de lo incorporado. Las competencias y las habilidades socioemocionales son las que le dan pleno significado a todo el proceso. Entendamos que es en la interacción con el otro y con lo otro donde se darán la confirmación, la adaptación y la fijación de lo previamente analizado y relacionado.
Es cierto que los jóvenes no son los únicos que precisan estas habilidades para desarrollarse en el mercado de trabajo. También lo es que sin una trayectoria laboral previa es difícil que lo puedan compensar con otros recursos. Estamos transitando diversos debates sobre la juventud y el empleo a distintos niveles: la posible creación de una agencia nacional que concentre las ofertas hoy dispersas de formación profesional, la creación de la Comisión Mundial para el Futuro del Trabajo en la esfera de la Organización Internacional del Trabajo, y la reforma de la escolaridad secundaria.
Más allá del análisis que podremos hacer de estas iniciativas una vez que tengamos más elementos, creemos firmemente que deberán incluir en sus dimensiones el desarrollo de las competencias meta, que les permita a los jóvenes una mejor comprensión de lo que los rodea, una mejor capacidad para utilizarlo y una mejor forma de ponerlo en juego con los demás. De este modo, estaremos un paso más cerca de construir posibilidades de inserción y permanencia laboral reales y sostenibles.
Argentina registra el mayor desempleo juvenil de la región
El desempleo afecta más a los jóvenes argentinos que a los adultos. Según datos del INDEC, casi tres de diez jóvenes están desempleados (19,3%), mientras que incide sobre el 10,1% de la población en general. Es decir: la tasa de desempleo en los jóvenes más que duplica a la de la población adulta en general y viene ampliándose desde 2004. La Argentina es el país con mayor desempleo juvenil de la región.
Por otra parte, el desempleo afecta más a los jóvenes que más necesitan trabajar: los provenientes de hogares de menores ingresos. Mientras el 26% de los jóvenes del quintil más bajo de ingreso es desempleado, solo el 9% de los jóvenes del quintil más alto está en esa situación. El género es otro predictor de vulnerabilidad laboral: el 25% de las mujeres jóvenes están desempleadas frente al 15,4% de los varones.
A esto se suma la incidencia de la informalidad. En la Argentina el 34% de los trabajadores está en situación de informalidad, pero si se consideran solamente los trabajadores jóvenes, ese porcentaje asciende al 60%, es decir que seis de cada diez jóvenes que trabajan lo hacen de forma precaria.
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