Por auguzama
Días atrás, un buen amigo de estos tiempos de la “pre vejez”, porque todavía no llegué a “la cuarta edad”, me invitó a tomar unos vinos y unos choripanes en su casa, junto a su familia y amistades.
Gustavo Verón, algo más joven que yo, está incursionando en la música presentándose en los escenarios y, ante una docena de comensales, me invitó a acompañarlo en el bombo, haciendo sonar él, por otra parte muy bien, las cuerdas de su guitarra.
Tras un corto tiempo de manejar los palillos, el “berijete y los parches del instrumento musical, me vinieron a la memoria los años de la primaria en el Instituto Almafuerte, en especial el quinto y el sexto, ya que soy de la generación del “primero superior”.
Recuerdos de amigos y amigas como Selma Contreras (podría decirse “mi primera novia”, formando “cuarteto” con Daniel Bonfanti y Liliana Hermiaga), hermanos, podría decirse, a juzgar por la hermosa amistad que sabíamos practicar con el “Colorado” Horacio Heit; la recordada Graciela Testa a quien periódicamente le invadíamos la casa con nuestros primeros asaltos (de los que se pueden contar); la dulce y graciosa Graciela Brunetti, una “forastera” que en ese entonces recaló en Pilar con su familia, pues el padre era gerente del banco y, afortunadamente, pasó por el “Alma” junto a nosotros; ni hablar de aquel travieso y ocurrente Carlitos Tartabini, y muchos más.
Los asaltos y cumpleaños en aquella casona de La Lonja, se hicieron más que frecuentes, aunque se alternaban con los de la casa de Carlitos o Graciela, sumándose también como anfitriona, nuestra hermosa maestra Zulema Ortega, una rubia de ojos celestes con un corazón tan pero tan grande, que cabíamos todos y cada uno de los que concurríamos a ese quinto grado del colegio que dirigía otra grande, Doña Haydee Lagomarsino de Girerd y, en la parte de primaria, en ese entonces, mi hermana Pochi que contrariamente a lo que muchos pensaban, me tenía cortito.
Les contaba a los amigos y parientes de Gustavo, el guitarrero anfitrión, aquello de: “De Salta vengo yo, sólo para cantar, lejos en el camino me lleva triste el polvaredal...”, que interpretábamos al llegar a los escenarios, con el conjunto que había creado la señorita Zulema, y que integrábamos junto con Selma, Liliana, el Gordo Monsalvo, su hermana y Marcelo Zaldívar (nada menos que el hijo de don Edmundo (Cacho) Zaldívar, eximio folclorista autor del Humauaqueño, quien me había enseñado a tocar el bombo), entre otros, bajo la supervisión de la esposa de Cacho (Zaldívar), Doña Ema, nuestra profesora de Folklore, y a veces, con la incorporación, como es el caso de la foto, de un exitoso músico pilarense, Miguel Angel Castro, en la guitarra.
“Acuarela del río que pintas de luces mi dulce romance...” cantaba Selma con una voz tan dulce que hacía templar mi “enamorado” corazón, saliendo de atrás “los graves” de Monsalvo y, los sones de la guitarra del “Piojo” Zaldívar, que le hacía honor a su sangre. Modestamente, con los golpes en el bombo hacía lo mío, y sonaba armónicamente aquel conjunto folclórico, que despertaba el aplauso cerrado de la concurrencia, y más de una lágrima de alegría y emoción, por parte de nuestros padres que acudían puntuales a las asiduas presentaciones.
Sin duda el pasado sábado, pasamos un momento de lo más agradable junto a Gustavo y familia, en especial sus hijas Magalí y Florencia que actuaron de anfitrionas, atendiéndonos de lo mejor. Todos quedaron “fascinados” con nuestra música y canto, tanto que a nadie se le ocurrió pedir ¡¡¡“otra, otra…”.!!!
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