Sábado 20 de Abril de 2024

Lo vivimos, lo sufrimos, lo logramos. Pero falta


  • Miércoles 24 de Marzo de 2021
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Por Augusto Zamarripa

Quienes superamos las seis décadas de vida de este medio informativo pilarense de nacimiento, no podemos dejar de recordar una fecha  tan especial para los argentinos como es el 24 de marzo, al cumplirse 45 años de aquel malogrado día para la Democracia y para la República.

Retrotrayéndonos a algunos años antes, fue la cuarta de las injustas, inútiles e inoportunas intervenciones de quienes no tenían derecho alguno de arrebatar gobiernos que, por más malos que hubieran sido, fueron elegidos por los propios protagonistas del sistema democrático, del sistema republicano: el pueblo.

Si bien éramos muy chicos, recordamos ver los “cráteres” de las paredes del edificio del entonces Ministerio de Guerra frente a la Plaza de Mayo, o escuchar los relatos de las persecuciones, los bombardeos y demás de la primera de las revoluciones, aquella que derrocó al peronismo en forma sangrienta el 16 de septiembre de 1955.

Sin solucionar nada y entorpecer demasiado, tras proscribir los ideales de unos muchos, lograron restablecer la democracia de unos pocos y por motivos que no cuentan y de muy débil necesidad, en aquel 29 de marzo de 1962, reaparecieron esta vez, implementando un golpe “cívico – militar”, poniendo al frente del Ejecutivo al vicepresidente del desplazado ex titular Arturo Frondizi, quien fue apresado en la Isla Martín García.

Nuevamente la Democracia, siguiendo con la proscripción de unos cuantos, logró reinstaurarse con el Dr. Arturo H. Illia, un hombre que hasta sus propios detractores reconocieron más tarde sus cualidades, fundamentalmente su honestidad y hombría de bien y, nuevamente el día 28 de junio de 1966, lo echaron de la Casa de Gobierno como un “cualquiera”, con “la fuerza pública” que ellos mismos ostentaban.

Y así comenzó todo, después de disfrutar años de estabilidad económica, sin inflación ni sobresaltos, no aguantaron paz alguna y comenzaron a hacerse “ellos mismos” las revoluciones hasta que llegó “el salvador”, aquel general que creyó “mojarle la oreja” a su par exiliado en el viejo continente, en nuestra llamada “madre Patria”, y abrió el grifo nuevamente trayendo al general Perón, de regreso a su país, instaurando una vez más, a su antojo, la Democracia.

Fuimos testigos esta vez, ya con uso de razón y abrazando esta hermosa profesión que es el periodismo, de los grandes y pequeños errores cometidos por los políticos de entonces. Siempre al frente de un medio local, en la vecina Escobar dirigíamos El Imparcial y asistíamos semana a semana a hacer las respectivas crónicas del Concejo Deliberante. Fuimos testigos y oyentes de acaloradas discusiones entre compañeros y correligionarios, hasta vimos cómo los propios seguidores del peronismo, le hicieron juicio político y desplazaron a un jefe comunal de su palo, por ineficiencia y sospechas de “coima” o cohecho.

El ocaso y la muerte del General vuelto al país y la sucesión de mandos, precipitaron las cosas y el clima en el país estaba más que enrarecido, mucha sangre se apoderó de nuestras calles, de nuestras ciudades y nuevamente el vacío de poder se transformó en “exceso de poder” por parte de quienes una vez más y a poco de volver los argentinos a elegir a nuestros representantes, el sistema se interrumpió violentamente.

Fuimos testigos también en la ciudad vecina, de cómo día a día desaparecía gente que hasta hace poco escuchábamos discutir y hablar en el recinto del Deliberativo, muchos que lo máximo que demostraban era un fanatismo puro por su líder fallecido y por su Movimiento. Nunca vimos, en muchos, demostración alguna de terrorismo o extremismo, nunca algo más que acaloradas discusiones. Sin embargo, tras el golpe del recordado 24 de marzo de 1976, desaparecieron. Hasta conocemos algunos que aparecieron luego de unos meses, con vida, de milagro.

Fuimos también testigos cuando un colega de aquella ciudad, se fugó por los fondos de su domicilio (a media cuadra de la comisaría), tras la visita de los efectivos militares, y al día siguiente por última vez se apersonó en la mencionada dependencia, tal vez para solicitar la aprobación de la crónica a publicar en su semanario y, nunca más salió de la misma. Es al día de hoy uno de los desaparecidos, se llamaba Tillo Wenner y el defecto más grande que por entonces le conocimos, era que le faltaba un brazo, teniendo en su lugar una prótesis de cuero.

Como dijimos en el título, lo sufrimos y lo vivimos. No solo era mala palabra ser político o simpatizante de algún partido, también “decir la verdad y escribirla”, era más que pecado. En nuestros traslados diarios hacia y desde Escobar a Pilar, constantemente detenían el transporte público o el privado, para interrogar o averiguar los antecedentes de los pasajeros. No fue fácil, no fue sencillo, el acecho era constante, tengas o no antecedentes.

Los resultados no tardaron en llegar. Además de los miles de desaparecidos, muchos injustificados y otros con sólo presunciones y sin juicio alguno, la economía se fue desbordando y la “recientemente creada palabrita deuda externa, fue creciendo y de 7 mil millones de los billetes verdes llamados dólar, terminaron en más de 45 mil.

La deuda creció un 364% durante la dictadura. Dice Google hoy que “si a fines de 1975 cada habitante argentino tenía una deuda –que no había contraído- de 300 dólares ante las entidades financieras internacionales; a fines de 1983, debía 1500”.

Dejando atrás relatos y malos recuerdos, llegó el gran día en que los argentinos volvimos a las urnas, sin proscripciones ni ataduras. El 28 de octubre de 1983 se consagraba presidente el líder radical que alguna vez presidió la juventud de su partido, el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, y el 10 de diciembre asumió la primera magistratura.

De ahí en más, la historia la vivimos todos, los viejos, los no tan viejos y los jóvenes. Con grandes altibajos, con grandes aciertos pero también con grandes errores, vivimos esta Democracia que tal como dijera el ganador de las elecciones de ese año y “creador de esta nueva democracia”, necesita 100 años para madurar.

Es nuestra y sólo nuestra la responsabilidad de reforzarla, limpiarla y respetarla, ejerciendo nuestro voto que cada dos años nos permite subsanar nuestros errores o premiar nuestros aciertos. Debemos acostumbrarnos a vivir bajo el sistema que nos legó nuestra Constitución, abogando por destruir definitivamente la política corrupta, juzgando y si es preciso encarcelando, a quienes “perdieron el rumbo”, pero por sobre todo involucrándonos en el sistema, manifestando nuestra opinión, emitiendo nuestro voto en cuanta elección interna, general o PASO se nos presente, reflexionando en nuestra decisión para poder así llegar a disfrutar de un sistema que como dijera Churchill: “de los malos sistemas políticos que he visto, es el mejor que conozco”.

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