Celebrar la Revolución de Mayo no es simplemente recordar un hecho histórico o conservar una tradición patria; es mucho más que eso: implica conocer, recuperar y sostener ese legado de ideas, principios y valores que nos dejaron los hombres de mayo y que la historia y las generaciones que nos precedieron mantuvieron vivos para que llegaran a nosotros.
En la historia de la humanidad, toda revolución ha pretendido siempre transformar una realidad que a ojos de muchos se presenta injusta; nuestra Revolución de Mayo no ha sido menos que otras en ese sentido.
No era justo que todas las decisiones se tomaran en la metrópoli, no era justo que solo los peninsulares participaran en funciones de gobierno y se beneficiaran con las bondades del comercio. Tampoco era justo que se restringiera la libertad de prensa y menos justo aún, aunque menos visible para la sociedad de su tiempo, que existieran hombres explotados y esclavizados como los indígenas y los negros.
Pero hacer una revolución no es sencillo, requiere de hombres dispuestos a pelear y de líderes dispuestos a conducir; requiere de la inteligencia para actuar en el momento adecuado a fin de evitar el fracaso y sobre todo, y este es a mi juicio el mayor legado, requiere de ideas claras que sustenten esa voluntad de cambio.
Las milicias criollas que se alistaron para enfrentar al invasor inglés en 1806 y 1807 aportaron la fuerza militar que la Revolución necesitaba y la caída de Fernando VII a manos de Napoleón, el momento propicio para poner en marcha el plan. Pero como dije anteriormente, lo más importante fueron las ideas, las que iluminaron y le dieron sentido a esta transformación.
Pero, ¿cuáles eran esas ideas que motorizaron la Revolución? ¿Quiénes fueron esos hombres que se apropiaron de ellas y las transformaron en la razón de ser de la patria naciente?
Los aportes neotomistas de los padres Vitoria y Suarez, el pensamiento ilustrado de Rosseau y Montesquieu, la praxis de la Revolución Francesa y de la independencia norteamericana fueron configurando una tradición liberal de la que se nutrieron, entre otros Moreno, Belgrano, Castelli y tantos otros.
Esa tradición liberal otorgaba sólidos argumentos para terminar con las injusticias: la soberanía popular para asegurar que el poder solo lo confiere el pueblo y que el gobernante es su representante y servidor; la igualdad para asegurar las mismas posibilidades para todos y la libertad en todas sus formas para garantizar nuestra dignidad.
Nacimos para ser un país con democracia, igualdad y libertad, esa era y es, nuestra vocación como país.
En 1810 no se conocía cuál era el territorio que iba a abarcar la Argentina, pero sí se sabía cuál era la idea del país que queríamos. Como dijo en alguna oportunidad Alberdi, el padre de la Constitución de 1853, “la patria no es el suelo, es la idea, la libertad”.
Esa Constitución que aún nos rige recogió el legado de la Revolución de Mayo y lo convirtió en ley, la Constitución fue el medio para organizar esa libertad conquistada por la Revolución.
A lo largo de nuestra historia se vivieron momentos de fidelidad y lealtad a ese legado pero también hubo otros donde se perdió ese rumbo señalado por el GPS de la Revolución.
¿Qué nos toca hacer hoy como sociedad? ¿Cómo honramos el legado de Mayo?
No tengo dudas que estando alertas como ciudadanos y velando siempre para que esos principios vocacionales que nacieron en mayo de 1810 sigan plenamente vigentes.
Cualquier receta en contrario sería traicionar esos ideales que dieron origen a nuestra patria.
Para terminar quiero compartir con ustedes una frase de Mariano Moreno, el alma de la Revolución. En ella asegura que un buen gobierno solo puede ser producto de un pueblo educado. Seguramente les sorprenderá la enorme actualidad que encierra: “si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones se sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía”.
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