“He visto tronos volcados, instituciones caídas y con tantas sacudidas pueblos y reyes cansados” (Gaspar Núñez de Arce – España, 1834)
En la Argentina son los cortes y el cacerolazo, estas formas de protestas se asocian a las masivas manifestaciones que comenzaron en la ciudad de Buenos Aires y el interior, pero nació en Chile en la década del 70. El conjunto folklórico Quilapayún compuso la canción “Las ollitas”, que decía: “la derecha tiene dos ollitas / una chiquita otra grandecita / La chiquita se acaba de comprar, esa la usa tan solo pa’ golpear”…
El fenómeno se caracterizó en la Argentina por un “cacerolazo democrático” muy fuerte en Córdoba después de los “carapintadas” y siguieron frases como “pan y trabajo” y “que se vayan todos”
“El 15M” (15 de mayo de 2011), fue un movimiento en España con mayoría de gente joven que se definió por su forma de actuar, más que por su contenido.
Todo el mundo puede participar, es un estado de politización de la ciudadanía, un momento en que la gente despierta y empieza a sentirse acompañada. Es un espacio de encuentro, es lo que hacía falta y nadie se lo esperaba, es una explosión de participación.
España tenía las tasas mas altas de huelgas y paros, una de las peores condiciones laborales, todo el mundo se quejaba, de repente cambió. Salieron a golpear, en busca de una democracia más participativa alejada del bipartidismo (PP Partido Popular y el PSOE Partido Socialista Obrero Español), del dominio de los bancos (la burbuja del crédito hipotecario) y las corporaciones. Lo que querían era mejorar el sistema democrático “no somos marionetas en manos de políticos y banqueros”, “democracia Ya”.
En octubre del 2010 aparece el librito ¡Indignaos! del Francés Stéphane Hessel que plantea un alzamiento contra la indiferencia. Dice: “Convoquemos a una verdadera insurrección pacífica contra los gobiernos y busquemos horizontes para la juventud”. Surgen así los movimientos “ponte de pie”, se inmola a lo bonzo un joven de 26 años en Túnez, cae el gobierno, se inicia la primavera árabe.
Pero hay un desgaste de la militancia sin liderazgos y la angustia de ver como sus triunfos terminan en nuevas frustraciones. También Argentina y Chile tuvieron sus movimientos populares pacíficos, pero el sueño de la revolución ciudadana sin violencia que los unió, corre el riesgo de convertirse en solo un slogan gastado. Sigue en Latinoamérica todo igual, desempleo para la juventud; los partidos tradicionales continúan siendo insensibles, monopolizando la política. Las medidas de ajuste no cesan y los casos de corrupción y descontrol siguen siendo un tema de la agenda nacional de cualquier país. Más la epidemia de Covid, sus mutaciones y secuelas.
Debemos buscar la respuesta en el pueblo, la falta de conciencia política lo incapacita. La gente de las clases menos favorecidas, viven en la pobreza. Las clases medias bajas tienden a extender los horarios de trabajo, que los aleja de la posibilidad de obtener conocimientos. La lucha por sobrevivir no les deja tiempo para pensar, ni para darse cuenta de cómo es la organización social en la que viven.
Conclusión, ¿se puede transformar una situación política sin conciencia, en acción política por parte de sus actores solamente por estar “indignaos” y “golpear cacerolas”?
Parece que no basta, pues nada cambia o empeora en muchos lados. No alcanzan unas horas con la gente en las calles, rutas o plazas, el poder no se inmuta. Se necesita planificación, educación y mucho trabajo. Nada impide protestar, las situaciones son difíciles, complicadas, pero eso no los habilita a hacer cualquier cosa, por ahora están muy desorientados.
Entre tanto un singular bipartidismo y las alianzas políticas-empresariales no van a ceder en nada que no les convenga. Es la triste realidad.
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