Por Gustavo Márquez
Director de la Escuela de Geografía y Ciencias Ambientales de la USAL, Coordinador del Instituto de Medio Ambiente y Ecología (IMAE), USAL
La intuición popular suele entregar indicios que a los investigadores de la opinión pública les permiten sacar valiosas conclusiones. La última encuesta realizada por la Universidad del Salvador, en el marco del Programa de Comunicación del Cambio Climático, que se ejecuta en acuerdo con la Yale University de los EE.UU., produjo varios indicadores a tener presentes para este análisis. El primero de ellos, surge de la pregunta “¿cuándo cree que el Cambio Climático afectará más a los argentinos? El 70% de los encuestados a nivel nacional, respondió que eso será en el presente. Y a continuación, al ser interrogados sobre ¿a quiénes cree Ud. que el CC perjudicará más?, un 51% afirmó que las más perjudicadas serán las futuras generaciones. Casi en ese mismo rango, un 41% afirma que habla al menos una vez por mes sobre el cambio climático y casi en proporción gemela, sostienen también que al menos una vez por mes se informan sobre el cambio climático.
Estos indicadores dan cuenta de que los plazos que maneja la opinión pública argentina, para informarse, hablar y proyectar escenarios, respecto del cambio climático, se están acortando. O cuando menos, hay una diferencia apreciable entre lo que algunos creen que la gente piensa y lo que realmente ocurre en el inconsciente colectivo. Un valor intrínseco de los sondeos de opinión, reside en un viejo paradigma que la psicología y la comunicación comparten: lo primero que se dice es lo que surge del interior profundo de la persona, lo que realmente se cree. El resto son argumentos para acomodar el discurso. No significa esto que haya personas que estén entrenadas en acomodar el discurso primero y luego decir lo que conviene. ¿En cuál de ambas categorías, pondríamos a la clase dirigente por un lado, y por otra parte al grueso de los ciudadanos? En la diferencia entre ambas realidades, está el terreno sobre el que se trabaja al investigar sobre la comunicación del cambio climático. Hay que exhumar ese gris que permanece entre el discurso políticamente correcto y el duro escenario de la realidad. Por ello los sondeos sobre estos temas, contribuyen a través de los indicios que arrojan, pero no son una imagen fija de la sociedad. Es necesario hacer relevamientos sistemáticos que vayan recogiendo las experiencias de los anteriores, para contar con una base sobre la cual comparar en qué grado la sociedad va cambiando su opinión respecto de las diferentes variables que giran en torno al calentamiento global y cómo éste se manifiesta a nivel local. El rol de la ciudadanía es clave, como en otros órdenes, para que los decisores comprendan que esta agenda llegó para quedarse y lentamente ganar espacio en los hábitos y costumbres de la gente. El punto de quiebre es romper el escepticismo, que es el principal argumento de quienes niegan el Cambio Climático y sobre ese tema, quienes participaron de la encuesta se pronunciaron de manera rotunda sobre su existencia (más del 80% de quienes respondieron)
Hasta no hace mucho tiempo los escépticos del Cambio Climático, también manifestaban que sus impactos (huracanes, grandes inundaciones en lugares imprevistos, abruptas olas de calor o de frío) no se verían tanto a nivel local.
Hasta que un día esos eventos empezaron a suceder, a golpear las puertas de los hogares, alterando las condiciones de vida, poniendo en riesgo la propia subsistencia humana; alterando negativamente la valuación de inmuebles y tierras. Las facturas en algún momento llegan. Y muchas veces son facturas que se presentan por la ventanilla del Cambio Climático pero se originaron en otros escenarios, de allí el rol trascendente de la comunicación para que el ciudadano comprenda que más allá de los lugares comunes y las creencias profundamente enquistadas en la sociedad, hay malos hábitos que no necesariamente pertenecen al ámbito de los clásicos emisores de gases causantes del cambio climático (industrias, vehículos que consumen derivados del petróleo). Hablamos de causas que están más cerca de nuestras vidas cotidianas de lo que pensamos. “Cada año en Argentina se desperdician 38 kilos de alimentos por persona, que se convierten en una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero”, afirma un estudio del Banco Mundial. El mismo trabajo indica que “el costo de la degradación del medio ambiente equivale a un valor económico de aproximadamente el 8% del PBI de Argentina”. De ese porcentual un 1 punto es ocasionado por el Cambio Climático, según el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA-CONICET), en su informe “Modelos Climáticos”. Allí también se señala que “en los últimos 50 años el aumento promedio de las temperaturas en el país alcanzó medio grado, pero en la Patagonia supero 1 grado” Exactamente el doble que la media nacional.
Hay muchos mitos que revisar y demasiada información disponible para saturarse de datos y perder el fondo de la cuestión. No se trata de producir mensajes paralizantes, que lleven al ciudadano al borde del abismo y lo empujen hacia el vacío. Lo peor que se puede hacer es, justamente, no hacer nada.
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