Jueves 21 de Noviembre de 2024

La humildad


  • Domingo 03 de Mayo de 2020
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Por Guillermo Pellegrini

Maestro Normal – Lic. en Ciencia Política

Amanece en la región, esperemos hoy disminuya el hechizo de la gente frente a las pantallas de los celulares y puedan levantar la cabeza para ver el cielo, el día y todo lo que nos brinda la vida. Esta apatía nos resta valor, dejamos todo en manos de otros que no siempre son los más aptos y convenientes.

Esta sociedad moderna anestesiada, termina la jornada tanto en Brasil, como en Chile, en su costumbre, la rutina, que no es humildad, ni soberbia, es indiferencia. Como autómatas que todo aguantan, más la epidemia, algo va a ocurrir, se está por alcanzar un límite no deseado.

Si podemos pensar que la humildad como virtud es un enfoque real consciente de nuestras limitaciones, es la sabiduría de lo que somos.

El camino de la humildad es el camino de Moisés, Jesús, Mahoma, de Shiva, de Buda, el camino de Gandhi, de un desconocido monje en el Tibet o de un médico solo en un lejano país luchando contra la peste, sabiendo que será superado y va camino a morir en su cometido, pero su vocación, su humildad y entereza lo hace fiel a la “fiamma” sagrada, que lo quema por dentro. La vocación con humildad vivida, construye su ser interior, lo llena de virtud, aunque lo destroce físicamente. Tantos músicos, pintores, santos, mártires, científicos renunciaron a la vida cómoda por servir a la humanidad. Y del otro lado tenemos la soberbia, la pedantería, la intolerancia, la prepotencia, lo ostentoso y la vanidad, todo lo que trae confusión, caos y desconcierto.

La humildad es un requisito indispensable del verdadero aprendiz, del iniciado, del verdadero discípulo, pues la disciplina de este, estará basada precisamente en lo limitado de sus conocimientos.

La mente humilde es receptiva, está dispuesta a escuchar y aprender. Lo contrario es la mente arrogante, que por saber mucho de algún tema, se cree con autoridad de hablar de otros de los que no tiene la más remota idea. Es más se atreve a rebatir en su ilusión de saber, con hostilidad y con incisivas criticas destructivas, que no sirven de nada.

La humildad te permite ser más honesto contigo mismo, trae alivio, es como la buena obra y la fe, pues no tenemos que fingir quienes somos, ni aparentar lo que tampoco somos.

La humildad te permite ordenar el orgullo, que además de ser un generador de conflictos, nos incapacita para reconocer nuestros errores, defectos y limitaciones.

La humildad, la sencillez y la modestia son conceptos contrarios a la soberbia.

A la Canciller alemana Ángela Merkel le atribuyen estas virtudes y es una mujer que maneja una potencia mundial. Golda Meir ex Primer Ministro de Israel, Wiston Churchill Primer Ministro del Reino Unido, Dag Hammarskjöld sueco Secretario de la ONU; todas personas que pensaron en los demás, más que en ellos mismos.

La gestión humilde, pero firme sirve en el aspecto laboral, facilita las relaciones interpersonales y en la alta política mejora y optimiza los vínculos con otros países, es una característica de los grandes líderes y de muchos estadistas. La humildad y el coraje son las cualidades necesarias para las situaciones difíciles.

El portazo, me levanto y me voy y la actitud contestataria desafiante rompe el compromiso, afecta al grupo y desgasta las relaciones entre las personas.

Los grandes de verdad son gente auténtica, sin complejos, con elevada autoestima, no necesitan gritar, ni amedrentar o faltar a la verdad. Solo un humilde puede ser comprensivo y compasivo. En la soberbia no hay cupo para la compasión, en el egoísmo tampoco. En el Imperio Romano cuando desfilaba un Cónsul o un General que venía de sus conquistas con sus legiones, trompetas, honores y gran pompa; al lado de su caballo caminaba un esclavo que le iba diciendo “Respice post te! Hominem te esse memento!”… “Mira atrás de ti, recuerda que eres un hombre no un Dios y vas a morir”… (Tertuliano).

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