A lo largo de la historia diferentes situaciones de vida marcaron las modalidades en las cuales se desarrollaba la formación tanto de los niños, niñas, de los jóvenes, como así también de los universitarios
Tanto guerras como desastres marcaron las modalidades de abordaje de la formación. Hoy en día estamos ante un impacto internacional, seguro para muchos, una sensación de fin del mundo, porque nos replateamos el sentido de la vida, el coronavirus nos re editó la noción de finitud y a un año, ya queda claro que es un dilema existencial lo que trae el virus; él nos necesita a nosotros de huésped, nosotros no lo necesitamos a él, pero para eso tenemos mucho que trabajar.
El 2019 fue el último año de las certezas, nos habíamos aferrado a lo material, a la comodidad, no habíamos realizado un crecimiento interno, habíamos armado máscaras, pero lo bueno, si es que ese es el adjetivo, que surge una gran oportunidad: la de ser necesitados, a los árboles se los nombra por su fruto, a los que estamos en educación deberán llamarnos por nuestros frutos.
Debemos recordar que un sujeto que entra hoy a sala de 3 años, egresará en el año 2035, y si continúa en una formación educativa, egresará por lo menos en el 2040, piensen cuanto tiempo tenemos para formarlo en valores, talentos, habilidades blandas, habilidades duras, dilemas éticos. Con la mano en el corazón, ¿el mundo no debería ser diferente, si esto fuera siempre nuestra brújula?
Pero el hecho disruptivo, como lo es el coronavirus, impone cambios importantes en nuestra vida cotidiana, de la misma manera que lo hace en toda nuestra formación a la cual estamos abocados.
El cofundador de Microsoft apuntó que ningún país podría haberse enfrentado solo al Covid-19 y esto debería de ser una lección para otros problemas globales, lo debe ser para la educación.
Es un tiempo de mucha fragilidad, de mucha vulnerabilidad, sentimos reducido el espacio, cuando debemos ampliarlo, por el distanciamiento, sentimos que reducimos el tiempo de la presencialidad sincrónica, por la amenaza del contagio, pero también por el cansancio en la exposición en la virtualidad, la fragilidad además de saltar las estructuras edilicias de gobierno, escuela, universidad, Iglesia, templos, empresas, al gobierno de desarrollar nuestras vidas en nuestras casas, entrando y saliendo, de una fusión cuarto, clase, trabajo y en además en estos momentos, volviendo a la presencialidad.
Pero en la fragilidad, surge la necesidad de reparar, aclaro reparar como constraste de fabricar, que es lo que veníamos haciendo, porque lo que necesitamos no es renovar, es crear, nos podemos preguntar que diferencia hay entre fabricar y crear, en una fabricar, ya está todo preestablecido lo que debo hacer, en el crear, está la innovación, porque en el crear el resultado final no se sabe.
Lo bueno que sin fragilidad no hay creación posible.
Ante ese dilema hemos de tomar posiciones precisas para hacerle frente a los impactos que el COVID nos impone. Nos es claro que hay dos componentes a los cuales no estamos dispuestos a renunciar. Uno es la profundidad y la excelencia académica que nos caracteriza durante todos estos años y segundo es el contacto personalizado y el desarrollo del estudio, preservando la subjetividad y el contacto directo entre los alumnos con toda la comunidad académica.
Miren la realidad, no es lo que uno espera, sino lo que se impone.
Pero para no renunciar a lo que mejor sabemos hacer, que es educar, formar, construir, diseñar con los conocimientos, tendremos que afrontar diferentes desafíos, entendiendo que debemos poner en el centro a la persona, nosotros todos somos importantes, obvio que sin docentes no hay educación posible, pero todos sabemos que lo que nos convoca es el aprendiz, él es el eje, por tanto, debemos plantear estos desafíos en forma dinámica, desde el año pasado cabalgamos la inceridumbre, planificamos en lo incierto.
Quizás nada mejor para reflexionar, ¿es el mejor de los tiempos o es el peor de los tiempos?, debemos claro está de responder, es el tiempo que nos toca vivir, el año pasado nos fuimos adaptando a esta nueva modalidad de educar y de aprender los unos de los otros, y de sacarle provecho a muchos aspectos tecnológicos a los que antes pasábamos seguramente por alto.
Todo esto también implicó una versatilidad de parte de alumnos y docentes, para estar todos lo más cómodos y a gusto posible con estas nuevas modalidades, las clases, los encuentros sincrónicos o no, los horarios establecidos, fueron modificándose y adaptándose a medida que se fue requiriendo por ambas partes, ya que la vida de todos se vio avasallada por todos estos aspectos que implicaban poca rutina, desorden.
En este año, hemos decidido que seguiremos haciendo para lo que somos convocados, seguiremos dando desde nuestra pasión, pero seguro deberemos ser innovadores, creativos, estableciendo alianzas, trabajando en equipo, re inventandonos, convieritiendonos en diseñadores de itinerarios de aprendizajes, extenderemos nuestra malla curricular, por fuera del aula, armaremos bibliotecas digitales y en cada casa, para que los sujetos se conmuevan con la lectura compartida, colaboraremos con el mundo en las otras amenazas, la contaminación ambiental, desarrollaremos más programas tendientes a despertar la inteligencia emocional, debemos hacer sujetos más contemplativos, deberemos confiar más en nuestras habilidades personales para desarrollar talentos.
Es decir que, el discurso de los otros, que es lo que sí existe en la vida de los niños/as, jóvenes en el presente, tiene que dar lugar a ese futuro ilusorio, dándole seguridad de que ese futuro con el que fantasea, es posible. Esa será su fuerza para afrontar el cambio.
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