El mundo está atravesado por el coronavirus y sufre el miedo y la incertidumbre que provoca la falta de vacuna para prevenir su contagio.
Por Fernando Robles
Analista político y economista
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En opinión del asesor de la Organización Mundial de la Salud, Dr. Roberto Polack entre otros, el único medio para evitar el contagio de este virus asesino es el aislamiento. Por ello, por ahora la mejor vacuna es el mal llamado “aislamiento social”, cuando en realidad se trata de aislamiento físico. Este método ha sido adoptado por gran parte de los países del planeta. Vale la pena recordar que este temible virus se originó en la ciudad china de Wuham. Allí el régimen a cargo del gobierno chino se encargó, de silenciar y hasta arrestar a por lo menos dos médicos que alertaron sobre la existencia de este virus. Uno de ellos falleció producto de padecer este temible virus.
A comienzos de la semana pasada la OMS proclamó a esta enfermedad infecciosa como pandemia, a partir de la cantidad de personas infectadas y fallecidas. La falta de libertad y consecuente desarrollo de la actividad periodística contribuyó sin duda al desarrollo del contagio en China. El régimen chino basado en un capitalismo salvaje sin control alguno y un férreo autoritarismo en lo político y social no parecen ser el mejor camino para lograr el progreso armónico de una comunidad. Por estos días China propagandiza la entrega de ayuda a países afectados por la pandemia. A la Argentina enviarían 1500 kits de reactivo para diagnóstico, 176.000 barbijos, 53.000 termómetros digitales y 12.000 trajes de protección y sistemas automáticos de detección. Ello, según lo expresado por el representante diplomático en nuestro país al presidente Fernández.
Como contracara de lo acontecido en China es oportuno tener en cuenta lo acontecido respecto del mismo problema en Corea del Sur. Allí no hubo cuarentena alguna, ya que la disciplina social logró generar una empatía remarcable entre los pedidos y consejos de las autoridades y los habitantes de ese país asiático. Esa disciplina tiene origen, sin duda, en una educación que prioriza el bien común, es decir, el interés de una nación por sobre el deseo muchas veces irracional y caprichoso de muchos de los integrantes de esa comunidad.
Y así inevitablemente llegamos a nuestra querida Argentina. A partir del viernes el Presidente decretó la cuarentena para todo el país. Esta decisión excepcional que rige hasta el 31 de marzo, fue tomada luego de la reunión de Fernández con los mandatarios provinciales y después de evaluar el éxodo turístico y los incidentes producidos en la estación de trenes de Once. En virtud del mencionado decreto el país queda por primera vez en su historia bajo asilamiento obligatorio. Todos debemos quedarnos en nuestras casas y circular sin justificación será un delito. La medida apunta a evitar la circulación del virus y el consecuente contagio.
La pandemia y este aislamiento obligatorio cambian casi todo. El decreto especifica más de 25 excepciones a la prohibición de circular. El ciudadano de a pie podrá trasladarse o circular solamente para comparar alimentos, medicamentos y elementos de limpieza. Tal como lo expresara el Presidente se trata de una norma dirigida a declararle la guerra al coronavirus y no a disponer de unos días para vacacionar. Ello es lo que entendieron los argentinos que se trasladaron a Monte Hermoso primero y luego a Pinamar y Villa Gesell.
En la determinación de la señalada directiva, el Presidente, los gobernadores y la clase política en su totalidad le han declarado la guerra al coronavirus. Han tenido como consideración principal proteger la salud de todos los argentinos. Los argentinos que creen que se trata de unos días aprovechables, tomar una vacación, son unos verdaderos pel…, tal como los calificara Alejandro Borenztein en su columna publicada en el diario Clarín el domingo pasado. Ni hablar de un líder de opinión, con popularidad decreciente, dedicada al espectáculo y al fútbol que optó también por tomarse vacaciones.
Aquí aparece para los argentinos el gran desafío que enfrentamos todos sin excepción. ¿Seremos capaces de cumplir con el aislamiento para cuidarnos y de esa forma cuidar a los demás? Para una minoría significativa las leyes en la Argentina son sólo sugerencias. Esos son los mencionados en la última parte del párrafo anterior. Más de la mitad de los ciudadanos de este país entiende que la ley es una norma a cumplir a rajatablas. Intentemos por una vez en nuestra historia contemporánea lograr la empatía gubernamental ciudadana, dejando de lado las estupideces ideológicas, que nos permita a todos evitar el crecimiento de este maldito virus.
Esta situación va a tener consecuencias sobre la ya alicaída economía argentina. Lo importante es que el Ejecutivo trabaje para evitar el colapso de la actividad económica. Para ello, atento la escasez de recursos que dispone el Estado es que los mismos se apliquen a sectores bien definidos. Y que esos fondos tengan como prioridad conservar el empleo, las fuentes de trabajo, mantener la cadena de pagos haciendo un racional y razonable uso de los créditos bancarios. Tal vez, no sería una mala idea que el Presidente Fernández convocara a unos pocos economistas pragmáticos del sector privado, para delinear pocas pero muy específicas medidas económicas, financieras y tributarias.
Las novedades del ministro de economía Martín Guzmán anunciando la construcción de viviendas y la reactivación de la obra pública o del ministro de Obras Públicas Gabriel Katopodis planteando la construcción de ocho hospitales, inspiran mi respetuosa sugerencia al Presidente.
Muy destacable, a mi juicio, resultó la portada de más de 200 medios gráficos de todo el país publicada el pasado jueves 19 en el que se exhortó a la unidad y empatía colectiva para combatir al coronavirus asesino. La iniciativa partió de ADEPA, la Asociación de Empresas Periodísticas Argentinas y agrupó desde Clarín con Página 12 y a La Nación con Crónica entre otros.
Recordemos y actuemos: EN ESTA TENEMOS QUE ESTAR JUNTOS, SIN JUNTARNOS. QUEDATE EN CASA.
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