Cuál será el lugar y el destino que tendrán los países que todavía no se desarrollaron, después de esta pandemia, veamos las perspectivas.
El sistema económico basado en la máxima producción, el gran consumo, la explotación ilimitada de recursos y el beneficio como único criterio de la buena marcha de la economía, es insostenible. Un planeta limitado, muy castigado, deteriorado y contaminado no puede suministrar indefinidamente los recursos que esta explotación exigiría. Por esto se ha impuesto la idea de que hay que ir a un desarrollo real, que permita la mejora de las condiciones de vida, pero compatible con una explotación racional del planeta que cuide los recursos y el ambiente. Es el llamado desarrollo sustentable, o sea el desarrollo que asegura las necesidades presentes, sin comprometer las futuras.
Según este ambicioso planeamiento el desarrollo sostenible tiene que conseguir a la vez satisfacer las necesidades actuales suministrando los bienes necesarios para las necesidades básicas de los pobres del mundo. Comisión Brundtland 1987.
Toda una expresión de deseo, pero la realidad es otra. Cómo compatibilizamos esto con el explosivo desarrollo demográfico mundial, donde según la ONU, nacen todos los años 80 millones de bebés, de los 7.600 millones de la población mundial actual 1.900 millones ganan menos de U$S 2 diarios y 1.000 millones viven en una pobreza extrema y por día mueren 30.000 de hambre.
Con este desarrollo demográfico explosivo, los países subdesarrollados y emergentes, con falta de recursos económicos, con fuerte contaminación y en crisis, las consecuencias a escasos 20 años, son de extrema peligrosidad, sin planificación, sin acuerdos entre países, con sociedades divididas, sin el accionar de la OEA y de la ONU, el panorama es preocupante. Más el cambio de paradigmas por la pandemia.
Muchos países no saben que ocurre en el resto del mundo y por qué. Su carencia de educación, instrucción y capacitación, los está llevando a un callejón sin salida. Al no operar la OEA y la ONU como debieran, orientando, rescatando de la miseria y el subdesarrollo a comunidades completas, vemos que lo único que queda sería tender como alternativa a formar e impulsar fundaciones, ONG importantes, universidades, más instituciones sindicales fuertes, junto a entidades gremiales patronales y el sector privado, puedan consolidar y proveer de mutuo acuerdo, un recurso humano capacitado y estratégico, para resolver en parte la carencia de una clase dirigente muy cuestionada y que los nuevos se formen en la estadística, la geopolítica, el trabajo y puedan comenzar con un salvataje de zonas y comunidades enteras.
Si se toma conciencia de esto se debe trabajar en la construcción social con diálogos permanentes, una conexión energética con sinergia, complementación y encuentro.
Que mucha gente no vea el problema, no quiere decir que no exista, el esfuerzo es de arriba y de abajo, con varios frentes y conflictos, se perdió mucho tiempo y por lo que vemos nos convendría recordar, que “no hay camino para la Paz, la Paz es el camino” (Gandhi).
De los casos que detalla el recién creado “Atlas Global de Justicia Ambiental” (Bruselas, 13 de marzo de 2014) más de 300 casos, son de América Latina y además los más perjudicados por estos conflictos que tienen que ver con el medio ambiente son los más pobres, en total son miles de focos que afectan a muchos países y están fundamentalmente generados por la creciente demanda de energía y recursos naturales, nos informa UNFPA y La Nación.
El Atlas muestra como los conflictos ecológicos están aumentando en todo el mundo por demandas de materiales y energía de la población de clase media y alta. Las comunidades que reciben el mayor impacto de los conflictos ecológicos, son los pobres, a menudo indígenas y no tienen poder político para acceder a la justicia ambiental y a los sistemas de salud.
Será el desarrollo sustentable posible, parecería que no. No se ven actores fuertes, comprometidos, ¿qué nos ocurrirá?
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