En la vasta obra de Sigmund Freud hay un texto que mantiene su vigencia, me refiero a Psicopatología de la Vida Cotidiana, en cuyas páginas analiza una serie de fenómenos psicológicos que consideramos con asombro pues desafían las socorridas explicaciones meramente racionales y exigen calar más hondo para tratar de comprenderlos. Desfilan en ese inventario los más variados lapsus, enigmáticos olvidos, premoniciones que irrumpen en el “orden” de nuestra cotidianidad dejándonos perplejos. Uno de esos fenómenos ha sido identificado con la expresión “Deja vu”. Casi todos hemos experimentado la sensación de que lo que ocurre ya lo hemos vivido con anterioridad. Tomándonos la licencia de aplicar esta sensación a cuestiones de la vida personal a un hecho que nos involucra como sociedad: me refiero a los repetidos fracasos que irrumpen duramente en la supuesta diafanidad de un mundo democrático, fruto de la historia y de la voluntad del sujeto social del que formamos parte.
Crisis recurrentes y dolorosas que nos sacuden y a veces nos dejan sin palabras. “Esto ya lo vivimos” nos decimos y nos sentimos condenados a algo del orden de la fatalidad: Gobiernos elegidos con enorme respaldo popular conquistado con falsas promesas buscan perdurar con mentiras, fraudes y traiciones. Estas circunstanciales oligarquías llegan al gobierno y no pueden o mejor dicho no quieren responder al mandato popular que los ha investido de un poder “transitorio” (que además tiene fecha de vencimiento). El “pueblo”, esa entelequia que muchos desestiman, aparece con una presencia poderosa y echa abajo frágiles andamiajes, pero también se hacen visibles “otros poderes” que operan ya en las sombras, o ya, abiertamente que buscan destruir nuestro propósito de construir un país democrático, autónomo y digno.
¿Existen esos poderes que buscan apabullar nuestro propósito de sociedad democrática y soberana? ¿o son viejas teorías del siglo XIX ya pasadas de moda?
Resulta que llegamos a avergonzarnos de decir palabras como “patria” o “pueblo” y ni que hablar de “solidaridad”, o “compromiso”. Un helado y viejo cinismo se apodera de funcionarios y “gente importante” que legitiman su autoridad con presuntos títulos obtenidos en Harvard o alguna otra universidad lejana.
Estos sacudones cíclicos, que tienen distintas mecánicas, ofrecen sin embargo una similitud que no puede obviarse. Lo que resulta destacable es que siempre fracasan pero siempre se visten con ropajes nuevos, se disfrazan de cruzados anticorrupción, de moralistas mentirosos, cuando si de algo carecen es de una mirada ética y humanista, porque como ya lo decía el inefable Francisco de Quevedo allá por el siglo XVII “Poderoso Caballero es Don Dinero” y ahí está la pata de la sota.
Nos asombramos por la similitud con que se reiteran los hechos y no le encontramos razón, por eso la sensación perturbadora del “deja vu“. Otra vez el psicoanálisis, bien entendido, el que sólo está casado con la verdad nos acerca una receta muy simple y muy eficaz: “recordar, recordar para no repetir”. Y en eso estamos.
Aparecen nombres que a veces se reiteran y que nos han dejado un sabor amargo: Alsogaray, Martínez de Hoz, Cavallo, Dujovne, por citar unos pocos. Todos con la misma receta y… los mismos resultados. Palabras como Ajuste, FMI, mercado, devaluación. El resultado se reitera, incansablemente ¿y, nosotros? ¿aprenderemos alguna vez? En eso estamos. Hasta la semana que viene…
Elsa Robin
Dejar un comentario