Sábado 20 de Abril de 2024

Cuando Camarones entró en la senda del progreso


  • Domingo 22 de Abril de 2018
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Quiero precisar la fecha de estos recuerdos que quiero compartir con los lectores y que por algunos datos ubico allá por 1950, recuerdos que aluden a cómo llegó el agua y la luz a Camarones, hermoso pueblo chubutense donde pasé buena parte de mi infancia. Fundado a principios del siglo pasado sus habitantes resolvían el tema del agua potable, con prácticas milenarias, por decirlo de algún modo, juntando el agua de lluvia (que no era mucha,) en los aljibes, presentes en todas las casas o trayendo agua desde El Paso de  Piedra. Paso de Piedra era un paraje donde había una vertiente, y lucía espléndido un huerto que abastecía de verduras frescas al pueblo, allí vivían modestos y prolijos Pacheco Elgorriaga y su mamá. Cuando evoco el Paso de Piedra me vienen a la memoria unas bellísimas cortinas de crochet tejidas por la mamá de Pacheco, una vasca, simpática y trabajadora. Así era la gente de aquellos lugares, sencilla, sufrida, sin demasiadas pretensiones pero siempre dispuesta a dar una mano. Hacia 1950 el gobierno nacional dispuso la construcción de un acueducto que permitiría disfrutar de agua corriente a los pobladores, también casi al mismo tiempo se levantó una pequeña usina, gracias a la cual el pueblo tendría electricidad desde las  6 de la tarde a las 12 de la noche, para los camaronenses fue una verdadera revolución en muchos sentidos. El pedido hecho en su momento al Presidente Perón había tenido respuesta positiva en poco tiempo. Hubo quienes dijeron que fue un acto discrecional, fruto del vínculo afectivo que Perón tenía con el pueblo donde había vivido siendo niño, otros entendieron que no había sido un privilegio sino un acto de justicia y la concesión de un derecho fundamental: tener acceso al agua potable y a la energía eléctrica. Usted se preguntará por qué menciono estos hechos, pues porque entiendo que este suceso casi anecdótico de hace casi 70 años señala puntualmente cómo el acceso a esos servicios constituyen un “derecho” fundamental para los seres humanos, y nadie y por supuesto ningún gobierno puede desentenderse de ello. Esto tiene su correlato con la actualidad cuando aparece como una posibilidad cierta el hecho de que muchos habitantes de nuestro país se queden sin esos servicios básicos por no poder afrontar las tarifas que se les exigen. Estaríamos así asistiendo a un retroceso en nuestra manera de vivir que creíamos superado hace unas cuantas décadas. Las tarifas por las nubes Durante este gobierno la suba de tarifas no ha tenido límites. Esta situación que seguimos padeciendo es cada vez más grave y pone en riesgo estos derechos inalienables, que no pueden estar sujetos a las reglas del mercado y mucho menos a los vaivenes de un capital veleidoso, que viene a tomar ganancias, cuando le conviene con la protección de gobiernos cómplices. Es un negocio redondo con clientes cautivos a los que ni siquiera hay que seducir, porque los usuarios no tenemos alternativas y nos guste o no caemos siempre en el mismo lugar. Un pionero olvidado A principios del Siglo XX tuvimos entre nosotros a un personaje muy interesante, me refiero a Jorge Newbery, quien pese a pertenecer a la reducida clase alta porteña de aquellos años, demostraba coraje no sólo para volar en los globos y aviones de la incipiente actividad aeronáutica que él propiciaba sino para decir sin pelos en la lengua que los servicios públicos debían ser administrados por el Estado. Newbery hablaba del Estado municipal, y afirmaba que debía velarse para evitar que intereses particulares colisionaran con el derecho de la población. Amigo personal del General Mosconi, también opinaba como Mosconi, que la industria petrolera debía organizarse desde el Estado. Quiero con estas acotaciones demostrar que en esta materia ha habido posiciones encontradas respecto de la función del Estado. Lamentablemente desde hace ya muchos años hemos asistido a la reiterada embestida de quienes critican la intervención estatal y  paradojalmente han hecho y hacen colosales negocios con el Estado. Los que tenemos unos cuantos años, bien lo sabemos, pero… estos personajes son acompañados por una campaña insistente y masiva que ha terminado convenciendo a muchos, una importante minoría, de que las empresas privadas son más eficientes y que todo lo que hacen es “ por nuestro bien”. Y, sí, nosotros, pobres ignorantes manipulados por gobiernos populistas no entendemos nada y además somos culpables. ¿Culpables, sí, vaya uno a saber de qué imperdonable pecado: querer vivir mejor, gozar de algún confort, tal vez? El consejo (con aire paternal) es que hay que conformarse, ser mansos, obedientes, y bastante tontos. (Pobreza con dignidad añadiría alguien para ocultar sus oscuros designios). Confíe, tarde o temprano todo se va a arreglar y si no, a seguir aguantando. ¿La política implementada en estos últimos dos años nos ha llevado, entonces a un estado desesperante? No lo crea, son los comentarios malintencionados de gente que se dedica a hacer política. ¡Qué horror! Gente sospechosa, que se dedica a la oprobiosa política y le hacen creer a usted cualquier cosa. El orgullo de ser emprendedor Ahora bien si llega usted a su casa y descubre que le cortaron la luz, que la garrafa está casi vacía, no lo crea, son fantasías , no lo crea,… tómese unos mates si puede y acuéstese bien abrigado por unos viejos calcetines y algún pullover viejo. Acostarse temprano es saludable. A la mañana otra vez unos mates calentitos y a ganarse la vida. A lo mejor usted se cansó de tirar currículos, y alentado por las novísimas teorías económicas se ha vuelto “emprendedor” y ha conseguido inventarse un puestito de venta de  tortas, o sándwiches o cualquier otra cosa. Lo que gana le alcanzará para sobrevivir siempre y cuando no se aparezca un señor con aire importante que le exija habilitación, pago de impuestos y esas cosas tan exóticas. Bueno, no se deprima ahora tiene un estatus diferente, usted es un emprendedor, y si no le va bien no le eche la culpa a nadie, la responsabilidad es toda suya. Sufra y no llore como dice el tango porque usted ahora es un emprendedor, a selfmademan. Estos necios e ignorantes a veces díscolos que somos los ciudadanos y ciudadanas de este país nos hemos enterados que una vez más y van… nos suben las tarifas, el transporte y la yerba… secándose al sol. Qué hacer, a quién recurrir, ¿a los diputados que escondidos detrás de las cortinas juegan al quórum, sí quórum, no. Parece que no tenemos ni  siquiera la chance de discutir. La literatura puede esperar ¿Qué siento? ¿Vergüenza, indignación? no sé. Por eso hoy en lugar de hablar de literatura y otras yerbas, como había planeado me siento compelida a decir, no, así no. El poder que se gana en democracia puede perderse rápidamente. No se confundan. Hay cosas con las que no se debe, ni se puede jugar, esas “pequeñas cosas”, son el hambre, el frío, la salud  la educación… Entonces aparecen algunos genios de la acrobacia de la mala fe y proponen negociar el pago en cuotas de lo que es el pago de una tarifa mensual. A estos genios pareciera que  sólo se les ocurre prolongar la agonía de los que no pueden pagar estas tarifas confiscatorias. A quiénes les hemos entregado la administración circunstancial de nuestros bienes. La ciudadanía, esto es, el Pueblo, mal que les pese a los que detentan el poder (busque en el diccionario el significado de “detentar) les recordamos que el Pueblo sigue y seguirá  siendo la única fuente legítima de poder. No se trata de corrernos con calificaciones desafortunadas, como la de hablar de populismo. Como en aquel lejano primer 25 de Mayo, el pueblo también ahora quiere saber de qué se trata. Elsa Robin

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