En los ´80 la aparición del Sida generó un rechazo y una fuerte discriminación a los primeros infectados. La “peste rosa” afectaba a los amorales, había temores absurdos. La gente no quería compartir el mate y hasta había quienes no querían dar un beso en la mejilla o decían que la enfermedad se podía transmitir por sentarse en el mismo asiento del colectivo.
“Los comienzos de la epidemia se dieron en un contexto para nada favorecedor que incluyó la falta de información y el miedo. Porque cuando no se conoce, se teme. Fue así como se creyó que el virus afectaba exclusivamente a la población de hombres que tenían sexo con hombres, mientras que otros postulaban que era un castigo divino para quienes mantenían relaciones sexuales antes del matrimonio”, escribió el infectólogo Pedro Cahn, en una columna en Clarín.
En nuestro país, los músicos Federico Moura y Miguel Abuelo contrajeron el virus y ambos murieron en 1988. “Había mucho desconocimiento de la enfermedad. Era aterrador porque lo llevaba al médico, y el médico me daba la mano a mí y a él no”, contó en una entrevista con Infobae Marcelo Moura, para describir el miedo que la enfermedad causaba en los 80.
Hoy la batalla contra el Sida parece casi ganada, bajaron significativamente las muertes y la ONU plantea terminar con la epidemia en 10 años.
Sin embargo, a fines del año pasado una nueva enfermedad apareció en China y hoy tiene en vilo al mundo. Un virus desconocido irrumpió en nuestra vida cotidiana y nos replantea nuestra forma de vivir. Cambiamos hábitos, el jabón y el alcohol en gel son tan imprescindibles como el celular. Una cuarentena que está cerca de cumplir 90 días en la Argentina nos ha hecho aprender a trabajar y estudiar desde nuestras casas.
Hoy los ojos están posados en saber cuántos nuevos infectados hay y cuántas víctimas se cobra día a día el Covid-19.
Pero lamentablemente como ha pasado en los ´80, el rechazo y la discriminación vuelven a aparecer junto con esta nueva infección.
Atrás de la necesidad de informarse sobre la evolución de la pandemia, se esconde el miedo, el desconocimiento, que generan que los ojos y la intolerancia de muchos se posen en quienes contrajeron la enfermedad.
La mayoría de los afectados desconoce cómo se ha infectado y si bien muchos han tomado actitudes imprudentes, otros tantos han sido cuidadosos ante la aparición de los primeros síntomas.
En algunos los temores vuelven a ser absurdos. Quieren saber quién contrajo la enfermedad, cómo se llama, dónde vive, con quién estuvo y dónde estuvo. “Seguro es un cheto que viajó y ahora nos infecta a todos”, “En la villa viven todos amontonados y no se cuidan”, se lee en los cada vez más crueles comentarios en las redes sociales.
Más allá del lógico pedido de distanciamiento y los protocolos que se aplican cada vez que aparece un nuevo contagio, quien contrae la enfermedad no es más que una víctima del nuevo virus, que necesita asistencia médica para afrontar la enfermedad y no el rechazo y la intolerancia como si hubiese cometido un delito.
Afortunadamente así como aparece la discriminación los gestos solidarios se replican a lo largo de todo el país. Desde donaciones de alimentos, producción de barbijos y máscaras caseras, hasta ollas populares en los barrios.
Hace 30 años hablar de una persona curada de Sida era una utopía pero hoy gracias a los avances de la ciencia la batalla parece ganada. La toma de conciencia de la sociedad y la prevención también aportaron lo suyo. Ojalá no haya que esperar tanto tiempo para la vacuna contra el Coronavirus y que las medidas de prevención formen parte de nuestra nueva vida cotidiana.
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