Por Dr. Marcelo H. Echevarría (abogado)
Publicada en Diario Perfil
El equipo presidencial decidió sancionar una obligatoria cuarentena como medida preventiva a fin de morigerar el impacto de una pandemia que se cobró miles de vidas a nivel mundial y, aun, no llegó a su pico ni de infectados como tampoco de muertes.
En algunos países, inclusive en Argentina, muchas personas necesitan encontrar un resquicio para evitar el encierro.
Ante ello el Presidente de la Nación informó que sancionará a esas personas y, de hecho, ya se iniciaron innumerables causas penales, toda vez que esa conducta delictiva atenta contra la salud pública.
Mi opinión es que muchos argentinos no son conscientes del peligro que representa una pandemia, toda vez que, si lo fuesen, por temor, estarían cumpliendo al pie de la letra las instrucciones que nos imparten.
Entiendo que lo que nos pasa es que negamos en nuestras mentes el impacto de una pandemia, toda vez que para muchos de nosotros es desconocida y, mientras que no estemos con los síntomas, pensamos que esto no nos sucederá.
Un dato no menor. En España se relativizó el tema y hoy está colapsado el sistema sanitario. De haberse tomado esta situación seriamente y con la gravedad que reviste, quizás hoy no existirían la cantidad de muertos que se suman día tras día.
En Argentina las medidas se tomaron en tiempo prudencial, pero muchos compatriotas no ayudan a que éstas surtan los efectos deseados. Fíjense la gravedad de este escenario que para tratar esta crisis no existe la denominada “grieta”.
Nuestro Presidente y su equipo se encuentran actuando mancomunadamente con el Jefe de Gobierno de la Ciudad, con el gobernador de Buenos Aires y con todos los gobernadores de las provincias argentinas.
La gravedad de los pronósticos unió a todo el arco político, tomando medidas de manera conjunta en beneficio de la población y, aun así, algunos la incumplen.
El ADN de algunos argentinos es transgresor, negador, muchas veces irresponsable hasta que el problema sucede y es allí cuando nace la paranoia, el miedo y la desesperación.
Comienzo con una autocrítica. Integro gabinetes de crisis en algunas empresas e interactúo diariamente con los especialistas en diversas interdisciplinas, todos unánimemente avizorando un pronóstico grave a corto plazo.
Hablando con un empresario radicado en España cometí la torpeza de afirmar que no hay nada que alarmarse, que todo estará controlado.
Ese empresario, muy acertadamente me responde que no minimice el impacto, toda vez que eso sucedió en España y las consecuencias están a la vista, haciéndome llegar esa manifestación desde su propia experiencia.
Cometí un terrible error injustificable por mi parte -quizás producto del estrés o de mi ADN argentino, no lo sé-, porque razoné esa respuesta teniendo como antecedente los pronósticos diarios actuales conforme los pocos casos que a la fecha son públicamente conocidos.
Pero no pensé en brindar una respuesta ni como integrante de gabinete de crisis ni como profesional que, en situaciones críticas, debo anticiparme al peor pronóstico y trabajar en lo que atañe a mi profesión, con protocolos diseñados al respecto, aunque luego la resultante sea de menor impacto.
Así como hago pública mi autocrítica, espero que este tiempo que nos brinda el encierro puedan realizarlas: los automovilistas que fueron a la Costa en plena cuarentena; los transeúntes que no respetan las instrucciones de los policías y le tiran piedras a los patrulleros por no dejarlos salir a la calle; los cientos de personas que llegaron desde el exterior y no respetaron la cuarentena obligatoria ; los individuos que cambiaron el cartel de un micro que provenía de Mar del Plata cuando en realidad llegaban desde Brasil; la persona que escupió a un periodista al grito de “tengo Coronavirus” , entre muchos otros casos.
Quédate en casa, cuídate y cuida a tu familia. No seamos transgresores ni minimicemos este tema.
La implicancia de una pandemia puede ser grave o severísima. ¿No lo creen? Miren los miles de muertos en China, Italia y España, por ahora.
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