Sábado 20 de Abril de 2024

Cannabis medicinal y un análisis desde el dolor crónico


  • Domingo 07 de Octubre de 2018
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Por Dr. Pablo Brumovsky y Dr. Marcelo Villar Doctores en Ciencias Biomédicas y directores del Grupo Dolor del Instituto de Investigaciones en Medicina Traslacional-Universidad Austral/Conicet.   La desesperación de las madres de niños con epilepsia refractaria -condición crónica que actualmente carece de tratamiento farmacológico curativo o paliativo efectivo- y su infatigable búsqueda de alternativas terapéuticas fueron el motor que llevó a la decisión unánime del Congreso Nacional para aprobar la Ley 27350 de Investigación Médica y Científica del Uso Medicinal de la Planta de Cannabis y sus Derivados, y que luego, precisamente hace un año, fue reglamentada por el Poder Ejecutivo. En su Artículo 1°, la ley dice que su objeto es “establecer un marco regulatorio para la investigación médica y científica del uso medicinal, terapéutico y/o paliativo del dolor de la planta de cannabis y sus derivados, garantizando y promoviendo el cuidado integral de la salud”. No se menciona en ningún otro momento la palabra epilepsia o la de ninguna otra patología; sí se nombra al dolor. La asociación del cannabis con el dolor no es casual. En un informe del año 2017, las Academias Nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina de los Estados Unidos indicaron que “existe evidencia sustancial de que el cannabis es un tratamiento efectivo para adultos con dolor crónico”. En comparación, “no hay, o es insuficiente la evidencia que apoye o refute la conclusión de que los cannabinoides son un tratamiento efectivo para la epilepsia”. Mientras que es perentorio generar la evidencia clínica que avale lo que las madres de niños con epilepsia observan luego de su administración, la aparente certeza existente sobre la eficacia del cannabis en dolor crónico no debe ser sobrevalorada. Los pocos estudios clínicos correctamente realizados que validan su uso en dolor crónico sólo incluyeron el fumado o vaporización de flores de cannabis de calidad controlada provistas por el Instituto Nacional en Abuso de Drogas de los Estados Unidos. Poco se sabe aún sobre la real eficacia analgésica y los efectos adversos asociados de productos cannábicos administrados por boca o vía intravenosa, las dosis adecuadas para cada condición dolorosa, ni su correlación con el uso de productos cannábicos de fabricación casera (por ejemplo el aceite). Tampoco se tiene certeza sobre cuáles serían los efectos del consumo crónico del cannabis medicinal por la mujer embarazada y su efecto sobre el feto, el niño o el adulto, aunque se anticipan diferentes impactos terapéuticos y efectos adversos en cada grupo etario. Por el contrario, sí se sabe que no son necesarias altas concentraciones de THC -uno de los principales principios activos del cannabis y también el más euforizante- para obtener un efecto analgésico adecuado. Por ello, debe haber cautela cuando el cannabis recreacional (alto en concentraciones de THC), o los aceites con formulación desconocida, son recomendados como medicamentos. Finalmente, desde su descubrimiento, el uso terapéutico de los opioides en pacientes con dolor crónico refractario ganó un terreno enorme, pero a un gran costo: el aumento descontrolado de la adicción a opioides de muchos de los pacientes tratados. Hoy no sabemos si el consumo medicinal de cannabis pueda correr la misma suerte. Desde 1950 han sido publicados alrededor de 10.000 artículos científicos sobre los mecanismos de acción y el efecto terapéutico de los opioides en el tratamiento del dolor crónico; ese número en el caso de los cannabinoides, desde 1970, no supera las 500 publicaciones. Es evidente que pese al entusiasmo que genera el cannabis como opción terapéutica aún queda mucho camino por recorrer y estudios por realizar.

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