Durante los 60 y tantos años que han pasado desde que el Creador decidió que fuera Pilar nuestro lugar de nacimiento, muchos fueron los personajes de pueblo que deambulaban por nuestras calles y que hemos conocido.
Desde “Cordero” a “Giusepe”, pasando por La Tatá o Maniche, todos enriquecieron nuestros recuerdos.
Para empezar también podemos nombrar a aquel señor que en la puerta de la Iglesia Nuestra Señora del Pilar, vendía cordones para los zapatos, y productos para los señores más prevenidos. Con vos suave y algo disminuida por su tartamudez, cuando las señoras y los señores pilarenses salían del templo tras recibir la bendición del sacerdote de turno, el pregón de este personaje sonaba como “compa codoneeee, gomitas para loss señooreees”, refiriéndose por supuesto a los cordones de los zapatos que se usaban entonces, los llamados “abotinados” y los preservativos para uso íntimo de los “señores”.
Por los tiempos que corrían, lejos de la “lujuria” y libertad dialéctica de los actuales, más de una dama concurrente a la iglesia se horrorizaba por la manera de anunciar su mercancía, hecho que significaba precisamente, el sustento de este apreciado vecino.
Pero lejos de ser apreciado y más cerca de ser repudiado, era otro personaje de la historia de nuestra patria chica, recordado como un mal viviente y hasta por muchos, un degenerado, como se decía.
Nos referimos a “Cordero”, un vagabundo que circulaba por las veredas de nuestra ciudad con una vestimenta más que rudimentaria, sucia y harapienta, que dormía en cualquier esquina o en un auto abandonado que encontrara, hecho que le valió la muerte de la peor manera, carbonizado, a bordo de un Fiat 600 abandonado frente al club Peñarol que con su cigarrillo encendido, provocó el incendio del vehículo y posterior muerte.
Pero lo más anecdótico y repudiable de Cordero era su proceder, en especial con las damas a quien acudía para pedir limosna con la frase: “tiene 10 pesos niña, haciendo que al darle la moneda la joven o no tan joven, se le cayera la misma al suelo y al agacharse para levantarla, cometiera la mayor de las tropelías rozando manoseando a las damas. Más de un cachetazo y millares de insultos recibía el “degenerado”, como se lo llamaba a estos seres repudiables por su accionar, por aquellos tiempos.
Pero tampoco podemos olvidar aquel hombre amable y simpático que recorría los lugares más tradicionales de Pilar como los clubes, los bares como La Martha o La Alhambra a quien llamábamos por su nombre, “Giusepe…”, inofensivo personaje si los había, mientras que nosotros, los muchachos “graciosos”, no pretendiéramos divertirnos con él aludiendo a que había truenos y relámpagos, y al grito de “Giusepe, tormenta”, sus gritos se hacían escuchar de cientos de metros, así como sus llantos y sollozos y hasta alguna vez, nos corría muy enojado por cierto.
Y hablando de estos tiempos, no podemos dejar de recordar aquel personaje que aparecía los 12 de Octubre, en la fiesta del pueblo, cuando todas las señoritas estrenaban sus vestidos blancos y sus zapatos del mismo color y, las más osadas o más grandes, en los bailes, sus nuevos filitos o novios, durante el día, de punta a punta de la plaza corría con su “símil” locomotora gritando “maniiiiiichhhheee…!, pregonando su mercancía que se calentaba en el carro que llevaba con el fuego encendido, precisamente, los maníes y más tarde, las garrapiñadas. Su apodo por supuesto, era “Manicheee…! ¿Lo recuerdan?
Foto: Daniel Omar Vedelini, Pilar en el Recuerdo
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