La reapertura del Gran Pilar

“Sentíamos que habíamos comprado un elefante blanco y nos cuestionamos si teníamos que transformar todo en oficinas”

Gustavo Fontana, uno de los socios del Teatro Gran Pilar, nos cuenta cómo el sueño de recuperar el espacio hoy ya es una realidad y nos invita a recorrer cada rincón de la nueva sala que será inaugurada el próximo 10 de agosto.

La vista desde el primer piso es inmejorable: hacia la derecha la Parroquia Nuestra Señora del Pilar totalmente restaurada, en el centro la Plaza y sus calles aledañas en pleno proceso de mejora, hacia la izquierda se divisa el edificio del antiguo cine Rex y el Instituto Parroquial. Toda esta postal del centro histórico de la ciudad se ve iluminada por los rayos de un fuerte sol de julio acariciando cada espacio, hurgando entre la copa de los árboles, filtrándose por las enormes ventanas e iluminando los espejos detrás de la barra de lo que otrora fuera Bariloche o Kascote, las dos confiterías que funcionaban en el antiguo Cine Teatro Gran Pilar y cuyo mozo era Alfredo, a quien los clientes le decían cariñosamente Abelay.

Todo se ve reluciente, impecable, hasta el antiguo proyector que manejaba "el Manco" Regiardo. Este equipo, que hoy es una pieza de colección posicionada en un lugar privilegiado del espacio, funcionaba con electrodos y cuentan quienes venían a la sala que cuando se acababa uno, mientras lo reponían, se cortaba la película y todos comenzaban a zapatear en son de protesta. A mí no me tocó zapatear en la sala, pero sí recuerdo que fue en el estreno de “Ghost, la sombra del amor”, allá por 1990, cuando lloré desconsoladamente durante la proyección del film sin saber que sería la última película que disfrutaría en ese cine.

Hoy ya faltan pocos días para su reinauguración, y el arduo trabajo, el compromiso y la pasión se reflejan en cada espacio, en cada detalle, en cada mirada. 

¿Cómo y cuándo nació el sueño, hoy ya convertido en una realidad, de recuperar el Gran Pilar?

 No te diría que fue por casualidad porque no es verdad. Siempre pasaba por este lugar y veía el abandono que tenía, ya la iglesia evangélica hacía unos años que no estaba más alquilando la propiedad y ahí empecé a hurguetear un poco para ver de qué se trataba y de cómo se podía acceder a la compra del bien. Lamentablemente me di cuenta que yo solo no lo podía encarar y hablé con amigos y socios, les conté la idea de poder recuperar y poner en valor esta sala nuevamente, una sala en la cual habían pasado artistas de envergadura, de mucha importancia a nivel nacional, y si bien me costó un poco porque en ese momento el centro no estaba bien, la gente lo veía muy chato, feo, con pocas oportunidades, afortunadamente logré imponerme con mis amigos y le dimos el visto bueno. Después de pelear (conversar) un par de veces con la propietaria pudimos lograr comprar el espacio y, de ahí en adelante, nació el sueño de poder poner esto en marcha.

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