Jueves 28 de Marzo de 2024

José Urquijo: “La educación es un desafío constante, minuto a minuto y segundo a segundo”


  • Domingo 16 de Septiembre de 2018
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A punto de recibirse de sacerdote, ya siendo diacono abandonó los hábitos para dedicarse a la docencia. Tenía 24 años y nunca dejó de su labor de maestro, cumpliendo ya más de 40 años de trayectoria. Jubilado en 2015, aun conserva horas cátedra en una escuela secundaria del barrio El Bosque y es director de la Escuela 10 de Manuel Alberti. En el mes del Maestro, dedicamos esta entrevista a José Antonio Urquijo, emblema del docente pilarense. Otra reconocida personalidad pilarense que además fue secretario del Consejo Escolar, director municipal de Relaciones con la Comunidad y desde hace 12 años secretario general de la Federación de Educadores Bonaerenses (FEB). En esta extensa entrevista con Diario Resumen, recordamos también su paso por la radio acompañando a Manuel Vázquez en “La abuela Corina” y en la televisión local, con sus recordados ciclos de música popular en vivo, en el recordado canal Pilar Televisora Color  (PTC) al principio de la década de los ’90, época de oro de la televisión pilarense. Sos considerado uno de los ejemplos de la docencia en Pilar, ¿estás consciente de ello? A mí me sorprende mucho, ya que hasta colegas muy jóvenes me reconocen como un referente y es algo a lo que todavía no me acostumbro. Yo me reconozco simplemente como un trabajador de la educación, una profesión que acepté ejercer con amor y que gracias a Dios me permitió realizar un trabajo en una disciplina que me gusta, que quiero. No muchos pueden decir lo mismo y me enorgullezco de ello. Hay una cuestión fundamental: si uno siente amor por lo que está haciendo nunca se va a perder el objetivo, porque la educación es un desafío constante, minuto a minuto y segundo a segundo. Porque la educación se relaciona con todo, primero de todo con la familia, que es el eslabón más importante, acompañando al alumno en ese proceso de crecimiento humano y profesional, apoyando los valores que transmite la familia en sus hogares. Pero también hay una cuestión muy importante que es la relación que el docente tiene con la realidad política y social del ámbito donde desarrolla su actividad. Aspectos a los cuales la escuela no puede estar despegada, porque está comprometida con todo el sistema. Repito, si no se siente amor por la profesión, no se puede dar nada en la docencia. Como en toda profesión o actividad que se realice, se debe sentir un profundo amor por lo que se hace. Yo soy una persona de mucha fe, me levanto todas las mañanas  y agradezco a Dios por el nuevo día que me da y por las ganas de trabajar como el primer día que entré a la docencia. Por mucho tiempo la docencia fue considerada una profesión mayormente destinada a mujeres, ¿vos viviste generacionalmente esa época cuando empezaste? Si, había muy pocos maestros varones cuando empecé. Si bien es cierto que la maestra representa en la escuela la figura materna, considero que también la paterna debe estar. Ahora incluso ya hay maestros jardineros, de la rama inicial, en Pilar, creo que no mas de dos. Los institutos donde se egresaba con el título de Maestro Normal Superior, en su gran mayoría estaban integrados por mujeres, curiosamente había varones que también seguían la carrera docente, pero después no la ejercían. El de la educación es un campo laboral que fue conquistando el hombre, como a su vez también la mujer conquistó otros sectores que antes eran privativos de los hombres. La presencia masculina en las aulas es importante, ya que el chico en la casa generalmente tiene las dos figuras, aunque las vea poco por las realidades que viven nuestras familias hoy en día. ¿Elegiste la profesión por vocación? No. Cuando terminé el secundario decidí estudiar para sacerdote con los Misioneros de Lasalette en Córdoba. Mi familia vivía en Caucete, provincia de San  Juan, tuve una pelea con monseñor Primatesta, a cargo del seminario, ya que yo quería al recibirme misionar a la India o a África y mis superiores se opusieron firmemente a la idea, ellos querían que me quedara en Argentina. Empecé el seminario a los 17 años y terminé pasados los 20. Ya era diacono y me faltaban tres materias para recibirme. Entonces decidí alejarme.
“Si no se siente amor por la profesión, no se puede dar nada en la docencia”
Mi familia vivía en Pilar, ya que debieron emigrar después del terremoto de Caucete en el año 1977. Yo seguía mientras tanto mis estudios de sacerdocio en la congregación en Ruta 25 cerca de Villa Astolfi. Mi mamá, enterada de mi decisión habló con el párroco de Pilar, José Ramón de La Villa, y le dijo preocupada mi determinación de abandonar los hábitos, a lo cual José Ramón le contestó que no se preocupe, ‘que quizás Dios me necesitaba en otro lugar’. La primera amiga que tuve en Pilar fue Silvia López Herrero, que nos prestó una casa frente al teatro Lope de Vega, mi hermana Cristina comenzó a trabajar en el supermercado del padre. Pilar nos adoptó. Fue entonces cuando una señora que trabajaba como portera en  la UAU (Unidad Única Educativa), me dice que estaban buscando maestros. A mí nunca se me había pasado por la cabeza ser docente. Presenté toda mi documentación, y al poco tiempo me llaman las secretarias de inspección Marta Monti y Susana Silva, que me destinan a la Escuela 24 de Maquinista Savio, como maestro de séptimo grado, mi primera labor como docente. Tenía 24 años. Cuando comienzo esa relación tan especial que tiene el maestro de alma con sus alumnos, inmediatamente descubrí que esto era lo mío, que quizás Dios me lo había destinado. A partir de ese momento nunca dejé la docencia, para mí la docencia es la vida. Paralelamente comienzo a estudiar el profesorado en el Instituto de Formación Docente Nº 51, donde me aprobaron muchas de las materias que había cursado en el Seminario. La carrera me llevó tres años y medio. Mientras tanto se ampliaba mi panorama laboral. Comencé como secretario del Instituto Verbo Divino, después en la Escuela 18 y como preceptor en el Instituto Almafuerte. También administraba algunos negocios de la Terminal de Ómnibus. Salvo la parte de Inspección, hiciste todo en la carrera docente. Es cierto, trabajé en escuelas privadas como secretario, como profesor y preceptor, En  escuelas públicas fui preceptor, profesor, vice director y director. Me jubilé en 2015 pero me quedé con cuatro módulos como para seguir ejerciendo, en síntesis, desde que arranqué en la profesión, nunca dejé de ser maestro. Amanda mi tía era directora de la Escuela 14 de Villa Rosa. En Zelaya llegué como profesor y después fui director justo en el centenario de la escuela. En esa escuela se crea la secundaria, que era un anexo de la Media 5 de Villa Rosa. Nadie quería la dirección del secundario, yo era preceptor en la Media 5 y acepté el cargo en el que estuve seis años, en una comunidad hermosa donde tuve mucha respuesta de la gente. También fui director de la 34 de Villa Rosa y profesor de la 13. En la Media 5 me jubilé. En la 26 de Pilar estuve casi 11 años y en la Media 5 casi 30. La 26 me dio muchas satisfacciones, entré como suplente de la recordada Lucy Yoma y llegué a ser director de los dos niveles: primario y secundario, ya que funcionaban en el mismo edificio.
“A mí nunca se me había pasado por la cabeza ser docente”
Logramos que en los dos niveles existieran la primara de Primero a Sexto en el turno mañana, y de Primero a Sexto en el turno tarde. Lo mismo hicimos en el secundario.  Creamos también el anexo de la 26 en el barrio El Bosque. Nos enteramos con Diego Noguera –actual director de la Secundaria 19-  que iban a cerrar la escuela porque era un edificio muy grande con pocos alumnos, en total había en primaria y secundaria no más de 100 alumnos. Entonces hicimos algo irregular: pasamos, ‘en los papeles’, la matrícula de la primaria de la 26 a la 42 y la del Bosque a la 26, pudiendo lograr la continuidad del establecimiento que iban a cerrar. De esa manera la Escuela 13 quedó en El Bosque. Como será el amor que tengo por esa escuela, que cuando me jubilé en 2015, me quedé con horas en El Bosque. En ese ínterin, me sale la suplencia como director de la Escuela 10 de Manuel Alberti, zona en la que no había trabajado nunca. Al tiempo por un accidente que sufre la directora titular, tomo yo la dirección que continuo hasta la actualidad. Manuel Alberti  es una comunidad educativa en la que se puede trabajar muy bien y tengo un gran equipo de trabajo que me acompaña. ¿Por qué logras siempre tanta participación de alumnos en los desfiles? A los chicos hay que hablarles y convencerlos del concepto de pertenencia al lugar donde viven y que deben participar de sus tradiciones, hay que motivarlos en ese aspecto. En segundo término está lograr corporizar en ellos la identidad con su barrio y con su escuela. El alumno debe llegar a comprender que la escuela es de él, que como tal hay que mostrarla y estar orgulloso de pertenecer a ella. Por eso comprenden finalmente que es importante  mostrarla a la comunidad y a las autoridades a través de su propia presencia en los actos. Es un trabajo de todo el equipo educativo y del  personal auxiliar de la escuela. ¿Cómo fue tu paso por el Consejo Escolar? Fue en la época de la vuelta a la democracia. En ese momento yo estaba  en el radicalismo por la línea de Fernando de la Rúa junto a Heriberto Lagomarsino y Elías Berute entre otros. Gana las elecciones en el país el radicalismo y el peronismo en Pilar, con Luiso Lagomarsino. Me proponen entonces  junto a Montauti, que provenía del alfonsinismo ser secretario  del Consejo. Fue un trabajo muy lindo. Me tocó por ejemplo reconvertir la UAU en dos estructuras. Por un lado la Secretaría de Asuntos Docentes y por otro ver con qué funciones quedaba el Consejo Escolar. Se logró una gestión muy buena, en esa época la presidente era Norma Putnik, que había llegado por el justicialismo junto a José Molina y  Rubén Romero. También ingresó la señora Irma Talab de Sánchez. La presencia de Heriberto como consejero escolar fue fundamental, ya que era hermano de Luiso, intendente de Pilar. Yo  manejaba todo lo concerniente a Tesorería, contralor y  cooperadoras. Paralelamente seguía con la labor docente. Como cosas positivas, logramos por ejemplo con sobrantes del servicio alimentario, levantar escuelas como las 5, la 6, la 7 y otras. Estuve en el Consejo desde el 83 al 90. Si pedí licencia en la docencia cuando Jorge Telmo Pérez me convoca para hacerme cargo de la Dirección de Relaciones con la Comunidad. Fui el único integrante radical del gabinete, lo que quizás  marcó mi alejamiento del radicalismo. Una de las grandes concreciones fue un acuerdo con Edenor para regularizar la conexión eléctrica en los barrios, que en esa época –fines de los ‘80 y principio de los ’90- era un verdadero caos, con cientos de casas humildes colgadas literalmente de los cables en muchos barrios del distrito. Nuestro trabajo fuerte eran precisamente los fines de semana, cuando íbamos a los barrios a escuchar, luego dar soluciones a los problemas que nos planteaban las entidades de bien público. Para lograrlo, la confianza que me dio Telmo Pérez fue fundamental. Estuve casi seis años en la función. Relaciones con la Comunidad lamentablemente perdió identidad  y categoría como dependencia municipal. Creo que la dependencia es una pata política importante ya que tiene contacto directo con las instituciones. El responsable debe ser alguien conocido, que conozca, que escuche, que vaya a visitar las entidades, que esté presente en todos sus problemas para ayudar en lograr solucionarlos. El titular de un área tan sensible debe ser aceptado por la gente. Yo traía todos los reclamos de los barrios y el intendente nos escuchaba. Teníamos además muy buen contacto y relación con todas las áreas municipales para poder  llevar en breve tiempo soluciones al vecino. ¿Cómo llega José Antonio Urquijo al gremialismo docente? Cuando yo estaba en el Consejo Escolar, fui secretario general de SOEME, ya que todos los empleados administrativos del Consejo pertenecen gremialmente a ese sindicato o a ATE. Me ofrecieron un cargo que no quería agarrar nadie y yo acepté. Fue una experiencia buena. A la FEB llegué de la mano de Sonia Lembeye, una de sus propulsoras. Armé un equipo muy bueno junto a Carlitos Morales y lo llevamos adelante. Ya van para 12 años que estoy al frente de un gremio muy serio y ahora también trabajando con el Frente Gremial Docente. Somos gente que no solo criticamos o presentamos problemas, sino que también proponemos y llevamos soluciones. Tenemos que trabajar codo a codo todos los actores de la educación, no somos enemigos, ya que trabajamos todos con los mismos objetivos: el bienestar y la seguridad de los chicos, docentes y auxiliares que concurren a las escuelas. Tuviste una recordada incursión en la radio y la tv local… Fue una época muy linda. Primero hice radio junto a Manuel Vázquez, con “La Abuela Corina” y después pasé a televisión con PTC (Pilar Televisora Color), primero colaborando con el noticiero y después con programas propios, trayendo artistas consagrados al piso todos los viernes. Era un trabajo familiar donde había que armar la escenografía con telas que cosíamos con mi mamá. El ciclo se llamó “Cenando con las estrellas”. También hicimos otro programa: “Visitando a las estrellas”, donde íbamos con cámara y micrófono a la casa de los artistas, pasando todo un día con ellos, conociendo cómo era su vida. Tengo recuerdos muy lindos de ese ciclo, por ejemplo de Maria Marta Serra Lima, Moria Casan y un reportaje muy recordado a Anthony Quinn, cuando visitó la Argentina.
“Cuando comenzó esa relación tan especial que tiene el maestro de alma con sus alumnos, inmediatamente descubrí que esto era lo mío”
Fuimos también a cubrir varias veces  la entrega de los premios Martin Fierro.  El programa que hacíamos en el canal era al estilo de lo que hoy propone “Pasión de Sábado” con la movida tropical de aquella época de principio de los ‘90. Trajimos a Rodrigo, Miguel Conejito Alejandro, Lía y Karina Crucet, Las Primas… Tengo los mejores recuerdos de esa época. Era un enorme trabajo de producción, ya que involucraba traer a los artistas de Capital y llevarlos de vuelta a su casa; armar y vestir las mesas, ocuparse del sonido,  atender a los invitados que se anotaban en la semana para asistir a presenciar el programa. Pilar en la década de los 90 tuvo una televisión de lujo, con noticieros que hicieron historia y nutrieron incluso a los canales de Capital con noticias de nuestro distrito y me siento muy orgulloso de haber aportado mi granito de arena para ello. ¿Qué cosas pendientes te quedan por realizar? Me gustaría lograr tener en Pilar una casa donde los adolescentes que salen de un Hogar de Niños o un Centro de Recuperación de Adicciones , puedan seguir teniendo contención y  seguir estudiando o trabajando. También me gustaría trabajar en la recuperación de  jóvenes que por distintos motivos desertan de la educación. La idea es formar un equipo que se ocupe de buscarlos, convencerlos y acompañarlos en su reingreso al sistema educativo. Esto sería muy fácil de lograr con la ayuda de referentes barriales que conocen a los jóvenes que viven en los barrios y están en esta condición, incluso sería una buena labor para sumar a los abuelos de los centros de jubilados y pensionados, que estoy seguro nos van a ayudar muy gustosos en esa noble tarea. Oscar Orlando Mascareño
El Martin Fierro que José no devolvió a Miguel Ángel Sola “Con Miguel Ángel Sola teníamos una amistad. A principio de los ’90 él vivía en Mapuche y me invitó a cubrir una entrega de los Martin Fierro en el Hotel Sheraton, donde estaba ternado como Mejor Actor Protagónico. Cuando gana el Martin Fierro, se lo pido prestado para mostrarlo en el canal de Pilar. Y así fue. Después la vida hizo que nos desencontráramos; él viajó a España y no nos vimos mas. Así que el Martin Fierro está todavía en mi casa, esperando el momento para devolvérselo. Yo sé que se dijeron muchas cosas con respecto a esa anécdota, pero la verdad es esta: la misma noche que lo ganó, me lo prestó y nunca se dio la oportunidad de devolvérselo”, contó Urquijo.

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