Entrevista

Delma Domenech: “Se puede ser muy buena maestra siendo compañera de los alumnos”

Fue docente y directivo en varias escuelas del distrito. Abrazó la docencia como su pasión y profesión. También ocupó la función pública. Hoy con 93 años se permite aconsejar a las nuevas generaciones. “Traten a los chicos con respeto y cariño. Sin gritar, sin rezongar, siendo y creando un respeto recíproco”, subraya.

Un nuevo año llegó y con él una celebración particular. El día 2 de enero, después de brindar en familia por los sueños y deseos para este 2022, Delma Yolanda Domenech celebró su cumpleaños número 93.

Dueña de una memoria privilegiada, jubilada -obviamente- de la profesión que abrazó de muy joven e instalada en la casa en la cual siempre vivió, y en la cual también vivieron sus padres, nos abre las puertas de su hogar para conversar sobre su vocación: la docencia.

- ¿Cuándo, en qué momento, descubrió su vocación?

- Yo lo supe de toda la vida. Recuerdo que de chica en la escuela respetaba mucho a los maestros, y ellos nos respetaban mucho a nosotros. Tuve la dicha de tener maestras hermosas y directoras enormes, como María Mura. De maestra tuve en tercer grado, con quien ahora me hablo y nos tuteamos, a la señora de Marzano de Ferrá; ella era una maestra divina y la recuerdo con profundo cariño.

- ¿En qué escuela fue su maestra?

- Yo cursé toda la primaria en la Escuela N° 1. El secundario para mí fue un trayecto muy largo. Acá se estaba por formar una escuela secundaria y vinieron a verlo a mi padre (Arturo Domenech) para que me mandara a mí así contaban con el alumnado. Y eso no prosperó; y en septiembre de ese año nos quedamos sin escuela y sin poder rendir. Entonces lo teníamos que dar libre. Y nos fuimos con la señora Norma Solana a Buenos Aires y nos anotamos en el Liceo N° 1. Nos preparamos mucho, lo rendimos y lo aprobamos; pero mi carrera para ser maestra fue muy difícil porque en Pilar no había secundario y mi padre no me dejaba viajar (era de esa mentalidad, acota).

- Eran otras épocas…

- Es verdad, eran otras épocas. Y como mi padre no me dejaba viajar, mis padrinos me llevaron con ellos al Tigre. Allí viví un año y fui al colegio a San Isidro, al Martin y Omar. Viviendo con mis padrinos terminé segundo año pero, al finalizar ese ciclo, le dije a mi padre: yo quiero estar en casa, no en casa ajena -aunque eran un amor conmigo-. Entonces volví a casa y al Liceo N° 1 donde hice tercer año; pero en esa escuela no se estudiaba para maestra, era nacional. Entonces, sabiendo que quería ser docente y conversando con varias personas queridas, logré un lugar en el Normal N° 6 de Buenos Aires en el cual hice cuarto y quinto año.

“Mi carrera para ser maestra fue muy difícil porque en Pilar no había secundario”

- Usted era muy chica y viajaba mucho para estudiar.

- Eso era algo común en aquel momento. Los que querían seguir el secundario -debido a que acá no había- debían viajar. Y nosotros íbamos en tren hasta Capital.

- ¿Y su padre, Arturo, la dejaba ir sola hasta allá?

- A esa altura yo ya era más grande y me puse firme porque sabía lo que quería ser.

- Cuando finalizó su formación comenzó a trabajar, ¿fue en escuelas públicas o privadas?

- En escuelas públicas. Comencé en la Escuela N° 1 con una suplencia, creo que era de la señora de Ferrá cuando estaba por nacer su hija mayor. Siempre trabajé en escuelas públicas, en privadas sólo el Verbo.

- Conocimos a quienes fueron sus maestros de las aulas. Ahora, ¿quiénes fueron sus maestros en la vida, esos que la llevaron a ser quién es?

- Creo que mis grandes maestros fueron mis padres por su humildad; ellos se dieron por enteros. Fueron excelentes mis padres. Y mi padre, aunque le costó dejarme viajar porque en aquel momento se vivía así, fue un gran compañero mío, un muy buen hombre. Mis padres fueron los maestros de mi vida.

- Habló sobre sus docentes y directoras, recordó a sus padres como sus maestros de la vida, ¿cómo fue usted como docente?

- No puedo decir el recuerdo que los alumnos tienen de mí, porque depende de cada estudiante. Yo creo que, por el amor que le tenía a la carrera, hice lo mejor que podía en cada clase, para cada estudiante.

- ¿Qué consejo les daría a quienes deciden dedicar su vida a la docencia?

- En primer lugar les diría que traten a los chicos con respeto y cariño. Ahora hay otra forma de enseñanza, muy distinta a la de mi época; pero sí pienso que se puede ser muy buena maestra siendo compañera de los alumnos; sin gritar, sin rezongar, siendo y creando un respeto recíproco, de la maestra hacia el alumno y del estudiante hacia la maestra, así se va viviendo la enseñanza.

- ¿En el ámbito educativo usted también llevó adelante cargos jerárquicos?

- Después de estar como docente a cargo de mis grados estuve como vicedirectora de la Escuela 14 de Villa Rosa, teniendo como directora a Matilde Haiek, excelente profesional y persona, de quien aprendí muchísimo. Después estuve como directora de la Escuela 18 en Villa Morra. Y de ahí pasé como directora a la 1.

- ¿Usted concursó como inspectora?

 - No, no concursé. Yo estaba muy contenta en la Escuela 1, pero en la zona que dependían las inspectoras que era San Miguel se había dado un lugar -no recuerdo si por enfermedad o estudio- y debía ser cubierto por una directora y entonces las inspectoras que me conocían me dijeron y estuve como inspectora interina hasta que regresó a su cargo a quien yo reemplazaba. Volví a la 1, reuní toda la documentación y dije: hasta acá llegamos, me jubilo.

“Mis padres fueron los maestros de mi vida”

- Cuando se jubiló, ¿extrañó las aulas, las escuelas?

- Sí, extrañé mucho porque adoraba las escuelas; pero a su vez yo ya estaba grande y necesitaba también descansar un poco. Y llegaron los nietos, a quienes les dediqué mucho tiempo y disfruté con locura. El cambio de vida fue grande, me dediqué por completo al hogar, pero siempre recordando a los maestros, a los alumnos, a las aulas.

- Usted no se quedó sólo en las aulas, desempeñó otros roles.

- Sí, a veces sin quererlo, pero sucedió. Por ejemplo, fui directora de Cultura de Pilar. Recuerdo que fue el señor Beto Ponce de León a pedirme que aceptara ese cargo; yo no quería debido a que estaba dejando la actividad y buscaba descansar pero a Beto no se le podía decir que no. Estuve en el cargo un tiempo breve pero fue muy gratificante.

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