Los rayos cálidos del sol del mediodía nos reciben en el comedor y merendero La Cascada. En el fondo del terreno y debajo de una galería, un grupo de mujeres, vecinas y amigas -sentadas alrededor de una mesa baja- pintan coloridas latas que serán las macetas en cuyo interior plantas donadas se convierten en los mejores regalos para las mamás del barrio.
No están todas, algunas se encuentran en el trabajo, otras con los chicos, pero Rosa, Vanesa, María y Celia saben el valor que tiene este gesto. Y, pincel en mano, se disponen a dialogar con nosotros.
¿Cómo y cuándo arrancó la cascada?
Hace más o menos tres años ya que empezamos a darle de comer a 20 chicos que venían a la iglesia, y empezamos a cocinarles y comían acá; y así estuvimos casi un año. Después llegó el Covid y cambió todo en el comedor.
Cuando empezamos no teníamos ni este techo, ni la casita de allá. Preparábamos lo que teníamos con lo poquito que había, y nos la rebuscamos para conseguir más. Y después tuvimos la pandemia, y hoy en día tenemos alrededor de 50 familias y alrededor de 300 a 400 porciones.
Atendemos los lunes, miércoles y viernes. Los viernes hacemos merienda; y lunes y miércoles se cocina. Ahora seguimos haciendo publicidad, pidiendo en las redes porque se agrandó mucho en pandemia.
¿Cómo fue todo eso?
En ese momento tuvimos que cancelar los nenes, no pudieron venir más.
¿Y cómo hacían entonces?
Venían y retiraban solo la comida o se podía repartir. Fue muy difícil porque ya no sólo estaban los nenes, también estaban las mamás y los papás; y se repartía por porción para todas las familias. No dejamos a nadie sin su plato de comida, porque pasó que muchas familias quedaron sin trabajo y mucha gente venía a pedir alimento. Fue un momento terrible, en el cual muchas personas se quedaron sin trabajo, perdieron sus ingresos, entonces se dieron las porciones para todos los que las necesitaban.
Y ¿cómo hacían para cocinar tantas porciones, para tanta gente?
Usábamos primero una ollita chiquita que era para los 20 nenes, y llegamos a cocinar esas tres ollas, y nos quedábamos cortas. Gracias a Dios que empezó a bajar un poco y que muchos ya comenzaron a trabajar. Ahora damos un poco menos -300 o 400- que cuando arrancó la pandemia. No es fácil hacer tanta comida, llevar el registro de las personas, de las familias. Eso lo hace Susi, que justo hoy arrancó a trabajar, y que también es la que maneja las redes del comedor.
¿Las familias que se acercan son de la iglesia o trabajan con todo el barrio?
Cuando arrancó la pandemia comenzamos a trabajar con todo el barrio, y de las familias que siguen viniendo algunas son de la iglesia y otras no.
Recuerdo que una vez llegó un señor llorando porque era la primera vez que estaba sin trabajo y necesitaba poder llevar comida a su familia, y que le daba mucha vergüenza llegar al comedor.
¿Les tocó atravesar muchos momentos como el de este recuerdo?
Si, la verdad que si. Mamás que se acercaban y pedían comida, ropa, harina, azúcar. Cuando todo estaba cerrado, nosotras lo hablamos en el grupo y decidimos seguir. Todo esto fue terrible, nadie estaba preparado. Te entraba miedo, te daba temor, pero lo charlamos y seguimos con todos los cuidados: alcohol, guantes, cofias (que nos traía Patricia), manteníamos la distancia, entraban de a dos personas. Y cuando teníamos familias contagiadas que no podían venir, hacíamos que la comida les llegase.
Recuerdo que una vez llegó un señor llorando porque era la primera vez que estaba sin trabajo y necesitaba poder llevar comida a su familia, y le daba mucha vergüenza llegar al comedor”
Y Vanesa recuerda que “lo único que les pedíamos es que fueran sinceros, que nos dijeran si habían estado en contacto directo con alguien para cuidarnos a nosotros, a ellos y a las demás familias del comedor”.
¿El Covid golpeó fuerte a algunas de las familias del comedor?
Que haya golpeado fuerte a alguna familia de las que están trabajando puntualmente no; Rosa nomás tuvo a su hijo.
Y Rosa comenta que perdió compañeras de la iglesia y que tuvo a su mamá “internada casi un mes, tuvo fiebre, estuvo muy mal, pero gracias a Dios pudo salir adelante. Mi mamá es pastora de la iglesia, nosotros vamos desde chiquitos, y oramos para que salga adelante.
Imagino que no es sólo el plato de comida o los alimentos, ¿es dar contención, amor, escucha?
Es todo eso y más. Nosotros tenemos un grupo de whatsapp donde están todos los que vienen al comedor y avisamos cuando se hace la comida, si llueve no podemos cocinar porque lo hacemos a leña y entonces se suspende, o si les damos la mercadería para que hagan su plato de comida. Después avisamos cuando hay roperito, el Roperito Solidario, y vienen a buscar su ropa; o cuando se festeja el día del niño y vienen a disfrutar.
Cuando ustedes comenzaron recibían muy poquitas donaciones, ¿en la pandemia cómo fue?
Pudimos recibir colaboraciones porque acá trabaja la asistente, Patricia. Ella es la que está en el barrio trabajando y nos empezaron a ayudar mucho con lo que necesitábamos, con el tema de los pollos y la comida. Patricia es de la Fundación Los Pibes que tiene su lugar en el fondo del barrio, y además viene a la iglesia chiquita (haciendo referencia al espacio de oración que lleva adelante la mamá de Rosa desde hace varios años).
Y cuando Patri empezó a ver toda la gente que venía, comenzó a hablar con nosotras y nos empezaron a ayudar con donaciones, y la verdad que es una re ayuda. Y después nosotras publicamos, hacemos a veces rifas, la feria, vendemos plantitas, pan casero. Todo ayuda para conseguir lo que necesitamos.
¿Reciben ayuda de la Municipalidad?
Una vez al mes, pero sólo nos alcanza para una comida o dos. Hasta el día de hoy es siempre lo mismo, con decirte que ahora que no está tanto el tema de la pandemia no te dan ni aceite, ni sal, ni condimentos, ni verduras. Todo eso lo ponemos nosotros; imaginate que por cada comida usamos ocho pollos, dos pack de tomates, y un paquetón de fideos más las verduras que lleva.
¿El comedor y merendero La Cascada está reconocido, tienen los papeles?
Si, contamos con todos los papeles. A través de una chica que venía a la iglesia, y que sabía que era nuestro anhelo, pudimos hacer todos los trámites y estamos reconocidos. Somos el comedor 397, La Cascada. Y a partir de ahí todos los meses recibimos la mercadería.
¿Quiénes arrancaron con este sueño?
Arrancamos Vane, yo (Rosa), después Susana y Sandra. Éramos nosotras cuatro y mi mamá, Dora; y durante la pandemia pasaron un montón de personas a ayudarnos. Hasta mi esposo y mi hijo cuando quedaron sin trabajo nos daban una mano con el fuego, con la leña. Y a medida que fuimos trabajando se sumaron María, Celia, Norma, Karen, Estela y Normita. Hoy somos un grupo grande.
Un grupo grande que sigue trabajando, ¿qué están haciendo hoy?
Estamos trabajando para mimar a las familias, a las mamás. Y este presente que estamos preparando es para que se sientan queridos, para que sepan que no sólo tienen que venir por un plato de comida o por mercadería, sino para lo que necesiten.
Ante gestos de tanto amor, cada una de ustedes termina siendo como una mamá del corazón de los chicos que vienen al comedor, ¿es así?
En esta respuesta las cuatro integrantes del merendero coinciden y al unísono responden: Si, claro que sí. Si vos supieras lo que hacemos para que los chicos estén bien, para que sean felices, para que disfruten el día del niño, no lo podrías creer. No te imaginas lo que nos movemos para la celebración del día del niño, ya estamos juntando para el año que viene; queremos que reciban cosas nuevas.
Nos llena el corazón ver las caritas de los nenes o de las mamás, cuando reciben un pequeño presente. Eso significa que alguien pensó en ellos.
Nos llena el corazón ver las caritas de los nenes o de las mamás, cuando reciben un pequeño presente. Eso significa que alguien pensó en ellos”
¿Cómo imaginan o sueñan La Cascada?
Queremos construir un espacio desde ahí hasta el fondo -miran hacia el costado del terreno- para los chicos, para darles talleres, para que puedan comer cuando llueve.
Desde que comenzamos ese fue nuestro anhelo, pero el Covid nos detuvo, nos paró todo.
Recibimos ayuda de algunas personas; unos nos regalaron maderas, otros chapas (Fundación Los Pibes) y entre todos fuimos creando este espacio para quienes lo necesitan.
Todavía nos falta un montón, nos encantaría poder tener una cocina y no hacerlo a leña.
Y les pedimos colaboración a quienes puedan hacerlo, todo es bienvenido. Si pueden donar chapas, maderas, alimentos, ropas, muebles, todo nos sirve para ayudar a quienes lo necesitan.
Rosa en más de una oportunidad nombraste a tu mamá (Dora), ¿cómo es ella?
Es una guerrera, es una luchadora, es la que siempre nos da fuerzas a todas.
Su voz se corta. Levanto la vista y observo que los ojos de las cuatro integrantes del comedor están colmados de lágrimas. Dora es mucho más que la mamá de Rosa, su amor y cariño va más allá de su iglesia, su fé las cobija y contiene, las abraza y fortalece.
Dora es la mamá de todo un barrio, de muchas personas que atraviesan situaciones difíciles, de muchos vecinos que encuentran en ella la palabra justa, la mirada comprensiva, el camino del amor hacia “el Buen Padre” (nombre que lleva su espacio de oración).
Clarisa Bartolacci
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