Por la concejal Claudia Juanes
Como resultado de un conjunto de estamentos del estado desentendidos de la realidad de los vecinos, los comerciantes de nuestro distrito sufren en primera persona las consecuencias de una política económica y social que llegó para dinamitar la calidad de vida de la clase media y baja.
Quienes llegaron al poder con promesas de mejorar el pasar de los ciudadanos resultaron ser los artífices de una batería de medidas que están llevando a la quiebra a una cada vez mayor cantidad de vecinos emprendedores, quienes no han podido resistir la brutalidad del Cambio.
Los comerciantes locales nos cuentan, en nuestras recorridas habituales por las distintas localidades, casi a coro la misma historia: jamás habían pasado por un momento de crisis como este. Los motivos, ellos entienden, son diversos. Son víctimas de una fuerte caída de las ventas, como consecuencia de una aterradora pérdida en el poder adquisitivo de los vecinos del distrito. Aquellos quienes eran habituales clientes y colaboraban con el funcionamiento de la pequeña economía local, han migrado a grandes tiendas de mayoristas con la esperanza de un precio menor.
Por otro lado, deben enfrentar, diariamente, otros frentes: los fuertes tarifazos impulsados por el gobierno actual y, en la mayoría de los casos, las abrumadoras subas en los alquileres. En cuanto a los tarifazos, los golpean por partida triple: lo sufren en primera persona, cuando reciben las boletas de luz y gas; lo deben absorver cuando los distribuidores periódicamente les aumentan los costos de la mercadería, porque ellos mismos han visto sus márgenes reducidos y, por último; lo sufren ante los clientes que -teniendo que pagar los delirantes costos de los servicios domiciliarios- cada vez tienen menos dinero para comprarles.
No solo con todo este peso deben subsistir los comerciantes a lo largo de todo el distrito. Deben tolerar, al mismo tiempo, el abandono de los centros urbanos, el progresivo aumento en la venta ambulante, las habituales ferias de las plazas (con la infaltable presencia de los food trucks), la abrumadora presión fiscal, y la marcada preferencia del gobierno municipal para contratar proveedores de otros distritos. Apoyados en las Cámaras de Comercio de las distintas localidades han intentado canalizar estos y otros reclamos ante el Intendente, quien aparentemente prioriza otras cuestiones.
Como respuesta a esta insensibilidad, creemos en la necesidad de un gobierno que defienda la producción y el comercio local; que escuche a los vecinos, y que sirva de sostén de la pequeña economía del distrito, que da comida y trabajo a la familia pilarense. No podemos tolerar el cierre periódico de comercios; no podemos soportar las decenas de locales cerrados con carteles de alquiler en las calles de nuestras localidades, porque atrás de eso hay familias que no podrán llevar un plato de comida para sus hijos, hay sueños truncados y realidades demolidas.
El fracaso de este plan económico, que deja afuera a la mitad de la gente es un fracaso de este gobierno. No es un fracaso del país, de la provincia, ni de los pilarenses. Hay esperanza.
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