El 8 de diciembre y el origen del árbol de Navidad: entre la tradición católica y las raíces paganas
Cada 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, las familias argentinas celebran el inicio del Adviento armando el árbol de Navidad, una tradición que combina siglos de historia, raíces paganas y simbolismo católico, y que hoy forma parte central de las celebraciones previas a la Navidad.
Cada 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción de María en el calendario litúrgico católico, miles de familias en la Argentina y en el mundo inauguran el tiempo de Adviento armando el tradicional árbol de Navidad. Este gesto, que anticipa la llegada de las fiestas y reúne a distintas generaciones en los hogares, forma parte de un símbolo profundamente arraigado en la cultura popular. Sin embargo, su historia se remonta a prácticas muy anteriores al cristianismo.
Aunque hoy el armado del árbol está ligado al comienzo de la preparación espiritual para el Nacimiento de Jesús, la costumbre tiene orígenes paganos. En el hemisferio norte, mucho antes de la expansión del catolicismo, los antiguos pueblos celtas celebraban el solsticio de invierno decorando robles con frutas y velas. Creían que así "reanimaban" a los árboles para garantizar la fertilidad en la temporada siguiente. Aquellas prácticas vinculadas a la naturaleza fueron el antecedente del árbol de la vida, que siglos después influiría en la tradición navideña.
La leyenda cuenta que en el siglo VIII, en la región alemana de Hesse, San Bonifacio -figura clave en la evangelización de Alemania- decidió cortar uno de esos robles venerados por los pueblos paganos para desalentar su adoración. En su lugar, colocó un abeto, símbolo que consideró más apropiado para representar la fe cristiana. Ese gesto se transformó con el tiempo en un punto de inflexión que integró la antigua costumbre a la nueva religión.
El abeto comenzó entonces a representar la Navidad y se adornaba con manzanas, que evocaban el pecado original, y con velas, símbolo de la luz de Cristo. Con el paso de los siglos, esos elementos derivaron en las luces, guirnaldas y esferas de colores que hoy decoran los hogares en diciembre.
La tradición del árbol, asociada además al encuentro familiar, quedó vinculada a la celebración de la Inmaculada Concepción de María, dogma proclamado en 1854 por el Papa Pío IX. La fecha, que resalta la idea de pureza y la figura de la Virgen concebida sin pecado original, invita a reflexionar sobre valores como la fe, la empatía y la caridad, fundamentales para la comunidad cristiana.
En la Argentina, la Inmaculada Concepción es profundamente venerada: es patrona de la arquidiócesis de La Plata y de la arquidiócesis de Resistencia, así como de la provincia del Chaco. También es patrona de las diócesis de Quilmes, Concepción, Venado Tuerto y Villa María; de la diócesis y la ciudad de Villa de la Concepción del Río Cuarto; patrona secundaria de la diócesis de San Roque de Presidencia Roque Sáenz Peña y de la diócesis de Santiago del Estero; y titular de la catedral de Reconquista.
Así, cada 8 de diciembre convergen en un mismo símbolo siglos de historia, creencias y tradiciones: desde los antiguos rituales de la naturaleza hasta la devoción mariana, pasando por la construcción cultural que dio origen al árbol de Navidad tal como lo conocemos hoy.